United States or Ghana ? Vote for the TOP Country of the Week !


A la caída de la tarde, algunos casoares, grandes aves que tienen, a veces, hasta cinco pies de alto y cuyas alas están reducidas a una especie de muñones, que no les permite volar, huyeron a todo correr por la llanura. Querido Cornelio dijo el Capitán bastante inquieto , creo que se nos prepara una mala noche. ¿Temes un asalto? , hijo mío. Somos cuarenta, tío querido.

Pues yo no los veo. No importa; ellos nos han visto dijo el Capitán, que se había quedado pensativo. ¿Y temes que nos ataquen? Ahora, no; pero temo por los chinos. Como sepan que hay australianos caníbales en la playa, no querrán desembarcar. Capitán Van-Stael, ¿habéis oído? dijo el viejo marino que había entregado a un chino la caña del timón. , viejo mío; pero no renunciaré a la pesca.

La empleada respondió prorrumpiendo en una carcajada llena de juventud. ¿Mi jubilación? Gracias a Dios, amigo mío, estoy todavía fuerte y espero evitar durante algunos años el ser arrinconada. Sin duda... Pero es precisamente por eso... Estás joven y activa... No temes los viajes... Y, por otra parte, eres hija y madre de soldado... Explícate... Oye.

-Naturalmente eres cobarde, Sancho -dijo don Quijote-, pero, porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con una condición: que jamás, en vida ni en muerte, has de decir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres, mentirás en ello, y desde ahora para entonces, y desde entonces para ahora, te desmiento, y digo que mientes y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres.

-El miedo que tienes -dijo don Quijote- te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda.

Inés, eres víctima de un gran error. ¿Temes a doña María, temes a la de Leiva, temes a esas siniestras y medrosas figuras que constantemente te están vigilando con sus ojos terribles? Pues bien; esas dos personas no son para ti otra cosa que dos figurones como los que asustan a los chicos. Acércate, tócalos y verás cómo son cartón puro. No qué quieres decir.

Pues si temes eso, ¿por qué te quieres mover de aquí? Es que, por otra parte, parece que nos conviene ir a la villa. Pues entonces id benditos de Dios. No me explico bien, señor don Justo. Pues explícate mejor. Voy a hacerlo sin rodeos. A usted ¿qué le parece? ¿Nos conviene o no nos conviene salir de aquí? Antes de responder a esa pregunta, necesito que me respondas a otra.

¡La calumniadora eres !... ¡, bribona! ¡Bribona!... ¿Porque te ha despreciado le acusas, infame? ¿No temes que se abra la tierra y te trague?... En aquel momento un hujier la cogió por un brazo y la empujó brutalmente hacia la puerta.

Cuando cerré mi carta, estaba yo tranquilo. En ella le hablé francamente: «¿A qué pensar en eso, Linilla mía? ¡Te amo, te adoro! ¿Qué motivos tienes para dudar de mi fidelidad? Me ofendes cuando dices que tarde o temprano he de olvidarte. Angelina: eres cruel conmigo, y no temes lastimar mi corazón. ¿No dices que me amas? Pues entonces, ¿por qué dudas así de mi cariño?

Salió una mano por la reja, y tomó la bolsa. Ahora, ábreme dijo don Pedro. ¡Ah, no! ¡no, señor! exclamó vivamente Esperanza. ¡Ya, ya te entiendo! ¿Te parece poco el diamante y el bolso, ó temes que pueden ser falsos? No; no, señor, es que soy una doncella honrada. Oye, acaban de dar las ánimas; desde aquí á las doce de la noche van cuatro horas; ¿puedes bajar á las doce á esta reja?