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En este tiempo Berenguer de Entenza, viendo que todo estaba lleno de sospechas y miedos, y que los Griegos le miraban como Catalan, y los Catalanes entraban en desconfianza de su , porque estaba cabe el Emperador en lugar tan supremo, y que aquello no podia ser sino estando de su parte, aprobando lo mal que el Emperador lo hacia con ellos; finalmente estando ya las cosas de los Catalanes, y Andronico, en términos que no se podia estar neutral, ni ser medianero entre estas diferencia sin gran riesgo de perderlos á todos, Berenguer se resolvió de acudir á su primera obligacion, y preferir á su particular acrecentamiento el público honor y estimacion de la nacion, que estaba cerca de perderse.

Sin ellos, toda la que reflexiona un poco y puede darse cuenta de su situación se siente infeliz... Yo los tuve algunas veces, pero sin tranquilidad, «sin solidez», temiendo perderlos al día siguiente.

Vamos le respondí maquinalmente, después de haber saludado a Montifiori y a Fernanda y tomamos nuestro carruaje. Sabes me dijo, ya en el coche don Benito, que Fernanda me ha ganado 5000 duros... ayer. ¡Fernanda! ¡qué! ¿juega Fernanda? ¡Bah!... Y... se los he tenido que pagar... agregó riendo, vale la pena de perderlos con ella añadió.

No la impresionaban las ilusiones de sus padres por el contraste que formaban con su certeza de que era muy breve el espacio que las separaba de la sepultura de los ilusos, puesto que no era el dolor de perderlos lo que sentía en sus temores de quedarse huérfana a la hora menos pensada.

Siempre se dejan pesares... aunque no sea más que el de los sueños no realizados. Los sueños son humo y no valen un pesar... Todo lo contrario... Hay sueños deslumbradores... tan inaccesibles, por desgracia, como el Himalaya... Eso se los lleva uno consigo... Para perderlos por el camino.

¡Ah! ¡Ya pareció aquello! Vamos, tienes algunos ochavos en poder de Osorio y temes perderlos, ¿verdad? dijo Clementina con sonrisa sarcástica, reprimiendo su cólera con trabajo. Pepa se puso pálida. Una ola de ira le subió también del corazón a los labios.

Viéndolos estoy, decian ámbos juntos; contemplad como se cargan, como se baxan y se alzan. Así decian, y les temblaban las manos de gozo de ver objetos tan nuevos, y de temor de perderlos de vista. Pasando el Saturnino de un extremo de confianza al opuesto de credulidad, se figuró que los estaba viendo ocupados en la propagacion.

Corría como un gamo, aunque disimuladamente, para no perderlos de vista. ¡Cómo me saltaba el corazón! Los gritos de los muchachos herían mis oídos con dulzura inefable; las calles se mostraban más animadas que de ordinario; los semblantes de los transeúntes parecían más alegres; el cielo estaba más azul; el sol brillaba con más fuerza.

Fué muy gran bajeza perderlos, teniendo gente demasiada para guardarlos, estando tan cerca como estaban del fuerte y tan descubiertos para favorescer la gente que allí estuviese, con la artillería dél, estando, como estaban, quinientos pasos del fuerte.

Fuéron restituidas á Candido y á Cacambo las armas que les habian quitado, y con ellas los dos caballos andaluces; y Cacambo les echó un pienso cerca de la enramada, sin perderlos de vista, temiendo que le jugaran alguna treta. Besó Candido la sotana del comandante, y se sentaron ámbos á la mesa. ¿Con que es vm. Aleman? le dixo el jesuita en este idioma. , padre reverendísimo, dixo Candido.