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Si le destronamos y si logramos enseñorearnos de aquella ciudad, centro de la cultura y de la religión brahmánicas, no será difícil promover la sublevación contra los demás príncipes muslimes y crear un Estado independiente y único, en que prevalezcan e imperen los adoradores de Vishnú y de Crishna, desde los lagos de Cachemira y las nevadas cumbres del Himalaya hasta el Kersoneso de oro y hasta el enriscado promontorio donde se levanta el templo de la diosa virgen Kumari.

Cuanto á las altas cúspides de los Andes y del Himalaya, sobradamente elevadas en la región del frío para que el hombre pueda subir á ellas directamente, ya vendrá día en que se las arregle para alcanzarlas. Ya le han llevado los globos á dos ó tres kilómetros más de altura: otras naves aéreas irán á dejarle encima del Gaurisankar, sobre la «Gran Diadema del Cielo brillante».

Desde el fondo del Océano, desde el ardiente centro de la tierra, desde las crestas nevadas del Himalaya y desde las serenas profundidades del éter luminoso, acudían Varuna, Agni, cuantas son las inteligencias que mueven las esferas celestes y guían a los astros en su curso, y el propio Indra, cabalgando en el pájaro Garuda, y no ya con rayos en la diestra, sino con aljófares y flores, que así él como las otras divinidades derramaban a manos llenas sobre la muchedumbre devota.

No lejos de la majestuosa fábrica, cuyos monstruos de hierro han costado tanto; no lejos de esa magnífica residencia señorial, rodeada de hermosos árboles exóticos, importados con grandes gastos del Himalaya, del Japón y de California, pequeñitas casas de ladrillo, ennegrecido por la hulla, se alínean en medio de un espacio lleno de amontonamientos antiestéticos y de charcas de agua fétida.

Semejante á la superficie del Océano, agítase en olas la de la tierra, pero son mucho más poderosas estas ondulaciones: son los Andes y el Himalaya que se yerguen sobre el nivel medio de la llanura. Las rocas de la tierra están sometidas incesantemente á estas impulsiones laterales que las hacen plegarse y desplegarse diversamente, y los cimientos están en continua fluctuación.

Siempre se dejan pesares... aunque no sea más que el de los sueños no realizados. Los sueños son humo y no valen un pesar... Todo lo contrario... Hay sueños deslumbradores... tan inaccesibles, por desgracia, como el Himalaya... Eso se los lleva uno consigo... Para perderlos por el camino.

En aquella prodigiosa selva de las epopeyas y tradiciones indostánicas, han germinado otras leyendas relativas á las montañas del Himalaya y todas nos las muestran viviendo con vida sublime, ya como diosas, ya como madres de continentes y pueblos.

Y en cuanto a la belleza lógica del mundo, te respondo que me atraen más las obras del hombre que las de la Naturaleza. Me gusta más una góndola que un tiburón, y si me apuras, admiro más un cacharro de Talavera que el Himalaya. En la Naturaleza, transijo mejor con lo caprichoso y absurdo, o que tal parece. Una jirafa me divierte más que el terreno terciario. Has caído en contradicción.

En Europa, el monte Blanco y el Elbrouz se elevan á 4,800 y á 5,600 metros respectivamente sobre el nivel del mar; en Asia, el Gaurisankar del Himalaya alcanza 8,840 metros; en América, el Aconcagua, el Chimborazo, y las principales cimas de las Cordilleras de los Andes, pasan de 6,800 y de 6,200 metros sobre el nivel del océano Pacífico.

Se los ve en la mayor parte de las cimas pirenaicas; forman alpes enteros; se los encuentra en el Cáucaso y las cordilleras, y si el hombre pudiera subir hasta las cumbres del Himalaya, también allí los hallaría. Hay más; estas capas fosilíferas que pasan hoy de la zona media de las nubes, alcanzaban en otro tiempo alturas más considerables.