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Conforme iba así disputando y paseando, advirtió de pronto que delante de él paseaban dos mujeres, pequeñitas ambas, esbeltas, jóvenes al parecer, aunque sólo de espaldas las veía, y que algo habían oído y seguían oyendo de su diatriba y de la disputa, porque de vez en cuando cuchicheaban y se reían, como si hicieran comentarios a la conversación de los que venían detrás.

Ese es el que ha hecho de sus hijas, esas tres pequeñitas, auxiliares de Fomento para que cobren en la nómina... Es un señor muy listo, ¡pero muy listo! comete una tontería y la atribuye... á los otros, se compra camisas y las paga la Caja. Es listo, muy listo, ¡pero muy listo!... Tadeo se interrumpe.

En la entrada distingo todavía algunas sinuosidades del fondo; piedras blancas, un poco de arena que se mueve lentamente, empujada por el agua que sale, produciendo ruidos de hervor; un poco hacia dentro se distinguen aún los rizos de las pequeñitas ondulaciones, y las diminutas columnas que soportan la bóveda; alumbradas vagamente por reflejos de luz, parecen temblar en la sombra: diríase que una redecilla de seda flota sobre ella con ligeras ondulaciones.

La gran caida, adornada toda de flores, se había convertido en comedor: una gran mesa en medio para treinta personas, y al rededor, pegadas á las paredes, otras pequeñitas para dos y tres. Ramilletes de flores, pirámides de frutas entre cintas y luces, cubrían los centros. El cubierto del novio estaba señalado por un ramo de rosas, el de la novia por otro de azahar y azucenas.

Largas filas de tiendas, brillantes de oropel y colorines, desplegaban á la vista racimos de pelotas, de máscaras ensartadas por los ojos, juguetes de hoja de lata, trenes, carritos, caballitos mecánicos, coches, vapores con sus diminutas calderas, vagillas de porcelana liliputienses, belencitos de pino, muñecas estrangeras y del país, rubias y risueñas aquellas, serias y pensativas estas como pequeñitas señoras al lado de niñas gigantescas.

El corazón quería salírsele del pecho al ver los bonitos caracteres que decían: El marqués viudo de Saldeoro. Largo rato estuvo perpleja, la cartulina en la mano, sin apartar los ojos del sortilegio que sin duda contenían las letras negras del nombre y las pequeñitas de las señas: Jorge Juan, 13.

Debajo de aquel vasto pabellon de verdura se destacaban numerosas mesas de diversos tamaños, unas rústicas y extensas, rodeadas de bancos análogos, y otras algo más decentes y pequeñitas, honradas con una cohorte de silletas. En una de las pequeñitas hicimos servir nuestra comida, aprovechándonos del sans façon que reinaba entre los numerosos grupos del patio.

Allí adoptábamos actitudes de Robinsón: los sauces, que nacían en el lodo, alrededor del banco de arena, eran nuestro bosque; los grupos de juncos eran para nosotros inmensos prados; teníamos también grandes montes, pequeñas dunas amontonadas por el aire en el centro del islote, y en ellas construíamos nuestros palacios con pequeñitas ramas caídas, practicando agujeros en la arena.

Para medio kilo de patatas, cincuenta gramos de manteca y seis huevos. PATATAS A LA "MAITRE D'HOTEL". Se cuecen con agua y sal unas patatas enteras que sean muy pequeñitas; se pelan y colocan en una fuente que resista el fuego, y antes se habrá puesto en la fuente salsa a la "maitre d'hotel".

He salido para Milly con mis tres pequeñitas. Estoy contenta y necesito pasar aquí algunos días de reposo para ordenar en calma las ideas que agitan mi cerebro. Mañana procuraré escribir algunas reflexiones que me han sugerido los acontecimientos ocurridos.