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Atilio había nacido en Liorna, recibiendo el mismo nombre de su padrino, un viejo señor italiano amigo del cónsul de España. El recuerdo de su abuelo venía á entenebrecer de vez en cuando la existencia de su pobre madre, resignada y devota.

Hizo un signo aprobativo la condesa de Monteros, española rancia, devota y un tanto severa. Yo no qué van a inventar ya pronunció reposadamente . He visto en esas tiendas elefantes, lagartos, ranas y sapos, y hasta arañas; en fin, los animalejos más asquerosos en adornos de señoritas.

La juventud débil, apagada, egoísta y devota, contrastando con sus padres, que adoraban los generosos ideales de la libertad y la democracia y hacían revoluciones.

¡Bandidos! gritó con voz terrible. Nunca, había sentido impresión tan fuerte. Trató de derribar aquella puerta misteriosa; pero manos muy fuertes lo impedían de la otra parte. Bajó como un loco, volvió al comedor, entró en la alcoba de la devota por donde mismo había entrado Bozmediano, y pasó al cuarto donde estaba Clara. Encontróla temblando, con los ojos llenos de lágrimas.

Además, cosquilleaba fuertemente su vanidad la irónica situación que resultaba de ser él, con sus rotundas negaciones religiosas quien pasease ante la muchedumbre devota el Dios del catolicismo. Este espectáculo le hacía sonreír. Casi era un símbolo.

Pero no es eso. Ayer el teatro era espectáculo tan inocente, para usted, como el resto del año. El caso es que la Vetusta devota, que después de todo es la nuestra, la que exagerando o no ciertas ideas, se acerca más a nuestro modo de ver las cosas... esa respetable parte del pueblo mira como un escándalo la infracción de ciertas costumbres piadosas....

La escena se hallaba dispuesta de este modo: Paz y Salomé estaban sentadas en la actitud ceremoniosa que les era habitual. A la derecha tenían á Elías, y Lázaro se hallaba frente á ellas en la postura de un reo. Detrás de las dos viejas, Clara y la devota formaban otro grupo junto á un pequeño velador que sostenía la lámpara, cuya débil luz iluminaba aquel cuadro.

Súbito, con movimiento imprevisto, la joven devota sacó los brazos desnudos de la cama y se los echó al cuello, atrajo su rostro hacia el de ella con inusitada fuerza y le dio un beso prolongado, frenético, en los labios, y después otro y otro. El sacerdote forcejeó en vano por desasirse.

Arrojó de su ánimo todo escrúpulo de prudencia, sintió el deseo de escandalizar á su devota prima, de exponer sus ideas sin consideración alguna, cerrándose para siempre las puertas de aquella casa. ¡Le querían echar, pero él se iría antes!... Y habló con una calma, con una suavidad en la voz, que contrastaba con la audacia de su pensamiento.

El primer objeto que atrajo las miradas de Salomé fué el oro esparcido; su primer movimiento fué lanzarse sobre él y empezar á recoger las monedas, arrodillada en el suelo. Paz miró á Lázaro, se puso lívida de miedo; miró á la devota, se llenó de ira, dió algunos pasos, y recobrando la majestad de su carácter, preguntó: ¿Qué es esto?