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Después habían aparecido en el parque dos hombres, Mesía y Quintanar. Don Álvaro había estrechado la mano de la Regenta que no la había retirado tan pronto como debiera; «¡aunque no fuese más que por estar viéndolos él!». Don Víctor había desaparecido y el seductor de oficio y la dama se habían ocultado poco a poco entre los árboles, en un recodo de un sendero.

Teniendo todos la misma manía, cada cual cultivaba una especialidad, pues Leopoldo Montes llevaba un día y otro infaliblemente, noticias de crisis; D. Basilio descendía siempre a menudencias de personal; Relimpio era procaz y malicioso en sus juicios; Rubín descollaba por suponerse que todo lo sabía y que se anticipaba a los sucesos viéndolos venir, y por último, Feijoo era profundamente escéptico, y tomaba a broma todas las cosas de la política.

Ignorando la inmovilidad del centro en torno del cual rodaban, creían con la mejor buena fe que el movimiento era de avance. «¡Cómo corremos! ¿Adonde iremos a parar?» Y Febrer sonreía, apiadado de su simpleza, viéndolos ufanarse de la rapidez de su progreso, cuando estaban en el mismo sitio, de la velocidad de una ascensión que emprendían por milésima vez y había de ser seguida fatalmente por el descenso cabeza abajo.

Pero habían sido tan hábilmente dispuestos que conociéndolos ahora, viéndolos, por decirlo así, funcionar, se preguntaba cómo hubiera podido escapar de ellos y si lograría aún coger á los culpables. Á este pensamiento levantó repentinamente la cabeza y rojo de cólera y con la mirada chispeante, preguntó: Pero, en fin, ¿quién ha cometido esa acción espantosa?

Vosotras tres los veréis; mas habéis de conservar, viéndolos, toda la castidad de vuestros pensamientos, y toda la virginidad de vuestras almas, amando, empero, cada una a uno de los tres, con un amor santo e inocente.

Viéndolos estoy, decian ámbos juntos; contemplad como se cargan, como se baxan y se alzan. Así decian, y les temblaban las manos de gozo de ver objetos tan nuevos, y de temor de perderlos de vista. Pasando el Saturnino de un extremo de confianza al opuesto de credulidad, se figuró que los estaba viendo ocupados en la propagacion.

SANCHO. Son niños los agravios Y son padres los reyes: no te espantes Que hagan con los labios, En viéndolos, pucheros semejantes. REY. Discreto me parece: Primero que se queja me enternece. SANCHO. Señor, yo soy hidalgo, Si bien pobre en mudanzas de fortuna, Porque con ellas salgo Desde el calor de mi primera cuna. Con este pensamiento, Quise mi igual en justo casamiento.

En viéndolos ocupar posicion muy elevada, sea por su reputacion, sea por las funciones que ejercen, nos inclinamos naturalmente á suponerles en todo un objeto fijo, con premeditacion detenida, con vasta combinacion en los designios, con larga prevision de los obstáculos, con sagaz conocimiento de la verdadera naturaleza del fin, y de sus relaciones con los medios que a él conduzcan.

No se atrevía á decirlo en voz alta porque era un coronel; pero toda su vida se acordó de esta escena. Cruzaban sus sables, se esquivaban, se atacaban, el príncipe con paso firme, el otro con una agilidad felina. Toledo, viéndolos rojos, creyó que era un efecto de la luz de las antorchas.

Mientras él se alejaba llevándose á la muchacha, ellos se quedarían allí con la tropilla. Piola se encargaba de convencer al viejo de la falsedad de sus sospechas. Y si llegaban otros hombres del cercano pueblo, se convencerían también viéndolos sin ninguna mujer y sin Manos Duras de que eran unos viajeros pacíficos que habían hecho alto en aquel lugar. El gaucho le escuchó con impaciencia.