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-Eso creo yo muy bien -respondió el bachiller-; que ellas son tan buenas, tan gordas y tan bien criadas, que no dirán una cosa por otra, si reventasen. En efecto, señora ama: ¿no hay otra cosa, ni ha sucedido otro desmán alguno, sino el que se teme que quiere hacer el señor don Quijote? -No, señor -respondió ella.

¿De manera que no hay pesetas... ni duros... ni siquiera perras gordas?... Malo; eso no me gusta. Tal vez tenga razón éste, y las mujeres no sepamos na de na; pero yo digo que esto no me gusta. La monea es siempre monea, y los papelicos, papelicos. Y tras esta afirmación indiscutible, suspiraba resignadamente.

Ramiro meneó la cabeza afirmativamente sin comprender, y dirigiendo la mirada hacia los infolios vio que todos ellos llevaban el mismo título: Summa Theologica, en gordas letras antiguas.

Adiós, recibid mi alma. Dorotea.» Y por bajo se leía: «Decid á don Francisco de Quevedo, que en mi casa, en un cajón de la mesa de la sala, está mi testamento; que lo haga cumplirDos lágrimas, gordas, enormes, de Quevedo, cayeron sobre este papel. Luego le dobló en silencio, y le guardó. Padre Aliaga dijo dirigiéndose al religioso que oraba en silencio , vos os quedaréis, ¿no es verdad?

»Alguien se forjó la esperanza de que con la moda del veraneo entre las gentes ricas del interior, y las excelentes condiciones de esta playa, tan abrigada y espaciosa, no faltaría quien se fijara en ella, empezando de ese modo y por ahí una era de relativo florecimiento para la villa y su puerto. ¡Buenas y gordas!

No sólo apetecía cobrarse del debido salario, sino que le seducían principalmente unos ochavos roñosos llamados de la fortuna en el país, y que, merced a consideraciones muy lógicas en su mente infantil, le parecían preferibles a las piezas gordas. Las adquisiciones y placeres de Perucho los representaba generalmente un ochavo.

Los hombres, al recordar que esta mujer se batía lo mismo que ellos, encontraban lógico que se considerase superior á las otras, gordas aves domésticas que se habían lanzado al campo para marchar detrás de los combatientes, escarbando con el pico el terreno de la lucha, en busca de los residuos de la victoria. Su fidelidad matrimonial era también muy admirada.

4 Y que las vacas de fea vista y enjutas de carne tragaban a las siete vacas hermosas y muy gordas. 6 Y he aquí otras siete espigas menudas y abatidas del solano, salían después de ellas. 7 Y las siete espigas menudas tragaban a las siete espigas gruesas y llenas. 9 Entonces el príncipe de los maestresalas habló al Faraón, diciendo: De mis pecados me acuerdo hoy:

De muy distintas impresiones participaba el jorobado Osuna, administrador de Montesinos, en aquel momento. Ya sabemos que se había situado lo más cerca posible de D.ª Teodora. Era también un hombre místico a su manera; pero en vez de buscar la unión con la Divinidad en abstracto, se placía en realizarla de un modo concreto, por mediación de las mujeres gordas y frescas.

A través de las sudamericanas, finas y elegantes, como si se hubiesen escapado de una lámina de periódico de modas, sus ojos buscaban con admiración á otras damas peor trajeadas, gordas, con armiños teatrales y joyas antiguas. Al encontrarse estas señoras en el atrio, hablaban con voces fuertes y manoteos expresivos, recortando enérgicamente las palabras.