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No podía tener a mi lado más que personas extrañas... y luego... en fin... si el claustro es una tumba... es lo que me conviene... sufriré, concentraré mi dolor hasta que el dolor me mate... le sufriré resignadamente, y Dios me perdonará.

Y en todo caso, aunque esa guerra sobreviniese y aunque nos fuese adversa la fortuna, siempre sería preferible á la humillación y á la ignominia; y sobre todo, si la ignominia y la humillación resultasen inútiles y al cabo hubiese guerra, á no ser que resignadamente nos dejásemos despojar de todo. Sr. Director de El Liberal.

Bajo la sombra de los ombúes de la caballeriza, se refugiaban los perros echados de lado, con las patas estiradas como para ahorrarse el calor de sus contactos, indiferentes a la presencia de las gallinas que buscando la misma sombra, se ubicaban junto a ellos, salpicándolos con la tierra que removían con las alas en procura de capas más frescas y sólo cuando algún idilio gallináceo molestaba demasiado a un perro, éste se levantaba resignadamente, daba algunos trancos, dirigía una mirada hacia el campo como pensando: ¡qué calor tendrán las vacas!, y se echaba de nuevo rezongando entre colmillos algún lamento perruno.

; cien cuerpos quisiera tener para que él, como señor, los poseyera, y cada noche una virginidad para entregársela; pero al mismo tiempo, si enfermase, ¡con qué sincera abnegación le cuidaría! Si el dolor le postrara dejándole años y años sin fuerza para oprimirla ni voluptuosidad para besarla, ¡cuán tranquila y resignadamente se trocaría de querida en enfermera!

Enganchó al caballo, puso el yugo al buey, persuadió á la vaca de que debía permanecer quieta en un establo y dejarse ordeñar resignadamente; también logró convencer á la gallina y al cerdo de que les convenía vivir cerca del hombre, para que éste pudiera matarlos cómodamente cada vez que le apeteciese alimentarse con sus despojos.

Con todo, llevaba mi hombre su mal resignadamente, y lo que pedía por Dios era que le sacaran del lecho; pues era para él grandísimo suplicio estar tendido boca arriba, revuelto entre las sábanas ardientes.

»No seas miserable ni áspero con Juan: te digo esto, porque te conozco; has amado á tus hermanos, pero has amado más al dinero; tus hermanos han sufrido resignadamente su pobreza, porque tus hermanos sabían bien que si te pedían socorros se los hubieras enviado, pero causándote una dolorosa herida cada doblón de que te hubieras desprendido; tus hermanos no han querido hacerte sufrir; perdona á uno de ellos, moribundo, el que te diga estas palabras y no veas en ellas una queja; únicamente justificar el consejo que voy á darte: generoso con Juan; franco: él es sumamente agradecido y leal, y tal persona puede llegar á ser, que si te haces amar de él, sea para ti su amor un tesoro; tienes además, hermano, un excelente corazón, pero eres receloso, desconfías de todo... y luego... tu avaricia... Juan es muy generoso y muy delicado.

¿De manera que no hay pesetas... ni duros... ni siquiera perras gordas?... Malo; eso no me gusta. Tal vez tenga razón éste, y las mujeres no sepamos na de na; pero yo digo que esto no me gusta. La monea es siempre monea, y los papelicos, papelicos. Y tras esta afirmación indiscutible, suspiraba resignadamente.

Por fin, le miró de soslayo al través de las hojas, a la manera de un hada, y preguntó: Si bajo y te doy algunas, ¿me prometes mantenerte a distancia? El maestro asintió. ¡Así te mueras si lo haces! El maestro aceptó resignadamente tan terrible maldición. Melisa se deslizó del árbol, y durante algunos momentos no se oyó más que el mascar de piñones. ¿Estás mejor? preguntó con cierto interés.

El infeliz no ha podido hacer otra cosa que enseñarme a leer y a escribir y procurar encaminarme a la virtud. Es muy pobre, pero... ¡es un sabio! Lo poco que se lo debo, y, sobre todo, él me ha hecho conocer que la mayor riqueza es la honra; la mayor felicidad tener la conciencia tranquila; el mayor mérito a los ojos de Dios, sufrir resignadamente la pobreza.