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Ramiro meneó la cabeza afirmativamente sin comprender, y dirigiendo la mirada hacia los infolios vio que todos ellos llevaban el mismo título: Summa Theologica, en gordas letras antiguas.

¿Por qué no he de publicar un periódico también? he dicho efectivamente para . En todos los países cultos y despreocupados, la literatura entera, con todos sus ramos y sus diferentes géneros, ha venido a clasificarse, a encerrarse modestamente en las columnas de los periódicos. No se publican ya infolios corpulentos de tiempo en tiempo.

En efecto, hallábase aquella abovedada cámara repleta de legajos, infolios y libros, hacinados en varios estantes y cuidadosamente ordenados, según podía colegirse por los claros números y letreros que cada uno ostentaba. Detúvose un instante, y recorrió con la vista aquel vetusto arsenal de papel y pergamino.

Una noche, hace años, empecé a leer en uno de esos vetustos infolios, un capítulo titulado «Brecha de las almas;» e iba cayendo en una soñolencia grata, cuando este período singular se destacó del tono neutro y apagado de la página, como el relieve de una medalla de oro nuevo brillando sobre un tapete obscuro: copio textualmente: «En el fondo de la China existe un Mandarín más rico que todos los reyes de que nos habla la Fábula o la Historia.

Entonces, falta de apoyo su inteligencia, sin que pudiera todavía discernir lo bueno de lo malo, ni estimar como nulo lo falso e inapreciable lo cierto, fue desfilando ante su mirada por las páginas de sus manoseados infolios, la interminable procesión de ideas, teorías y concepciones que se le daban como infalibles certezas.

Canto un himno a tus aguas santas, madre laguna, donde en las noches blancas, noches de amor y luna, juguetean las ninfas de cabellera bruna y de abiertas pupilas, color de aceituna. encierras el prestigio de los días egregios, cuando los ancestrales hacían sortilegios en nuestras selvas vírgenes, de perfumes y arpegios, leyendo unos infolios de santos florilegios.

Todo en un año: el descubrimiento de un mundo nuevo, la unidad nacional, el nacimiento del teatro, la formación y reglamentación definitivas del lenguaje y la popularidad, por medio de la imprenta, de los libros de caballerías, que en costosos infolios caligráficos sólo habían servido hasta entonces de recreo a opulentos magnates como don Alvaro de Luna... El hidalgo pobre, el mozo camorrista, el viandante aventurero, conocieron por sus propios ojos las sergas del caballeresco Amadís y gritaron de entusiasmo con las hazañas de Palmerín y Tirante el Blanco.

Venerables libros de piel con dorados suaves, infolios de blanco pergamino, se abrían al caer en el suelo, rompiéndose sus nervios, esparciendo una lluvia de páginas impresas ó manuscritas, de amarillentos grabados, como si soltasen la sangre y las entrañas, cansados de vivir. El escándalo de estas guerras de conquista atrajo la intervención de doña Cristina.

Muebles: dos estantes de cedro, con alambrera, llenos de libros viejos, infolios monumentales, añosos pergaminos que nadie tocaba, en los cuales ninguno ponía mano, y que estarían hechos polvo. Y cuenta que, según me dijo cierto día Castro Pérez, valían mucho, mucho, ¡mucho! ¡Nada, joven! repetía el abogado acariciándose el abdomen. En esos libros está la ciencia.

La comedia que había dado de ver conmigo mi amiga Tintay estaba dividida en diez infolios, conteniendo cada uno de ellos unos 8 á 9.000 versos, formando quintillas y redondillas en su mayoría. Cada parte correspondía á una noche, de modo que la comedia había de durar diez, á no ser que se repitiese pues se dan casos y entonces la obra se empalma y se estira un mes.