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No se les podía tildar de avaros, pues en vivir bien, a su modo, gastaban con largueza; pero la palabra prójimo era para ellos letra muerta. Delataban su holgura la bien rellena cesta que su criada Severiana les traía de la compra, la costosa ropa que vestían, y algún viaje de veraneo que, aun hecho en tren botijo, era mirado por los vecinos como rasgo de insolente lujo.

Si de ningún modo hay ni cortijo, se suprime la parte meramente rústica y se limita el veraneo a la parte hidropática, dulce, salada o ambas cosas. Quiere esto significar que, no habiendo château ni cortijo donde pasar un mes, se emplea todo el tiempo en los baños, aunque nadie de la familia se bañe nunca.

El objeto era salir; la calidad de los baños importaba poco. Estas expediciones fueron aficionando á los santanderinos al veraneo; y este año dos familias, y el siguiente cuatro, y el siguiente ocho, y así sucesivamente, fuimos á parar á que los que pasaban julio y agosto en la ciudad, tenían vergüeza de confesarlo en septiembre á los que volvían tostados por el sol de nuestra campiña.

Tal es el supremo ideal aristocrático a que aspiramos todos en lo tocante a veraneo. Para realizarle totalmente se ofrecen no pocos obstáculos.

Y de que el conde de Puñonrostro era capaz de hacer cosas como aquella atestiguan otras muchas que llevó á cabo durante los pocos años que gobernó la ciudad, de 1597 á 1599, y de algunas de las cuales algo diré más adelante. EL VERANEO DE ANTA

Era la música que tocaba en el paseo, frente al Casino. Por debajo de las achatadas palmeras desfilaban, como las cuentas de un rosario de colores, las sombrillas de seda, los sombreritos de paja, los trajes claros y vistosos de toda la gente de veraneo. Los niños, vestidos de blanco y rosa, saltaban y corrían tras sus juguetes, o formaban alegres corros girando como ruedas de colores.

La primera vez que se habló allí de impresiones y aventuras del reciente veraneo, tuvo Verónica la curiosidad de preguntar en crudo al banquero que cómo le habían sentado las aguas de Interlacken para su dolencia, «cogida de repente en lo alto de la calle de Alcalá». El hombre se puso verde y amarillo con la pregunta; y ya se tiraba de la patilla para sacar la respuesta, cuando Leticia acabó de atolondrarle afirmando muy seria que los aires de Spá le habían sentado mucho mejor que aquellas aguas.

Isidro juraba de desesperación viendo que todas las personas que podían ayudarle se ausentaban de Madrid. No encontraba trabajo: los editores paralizaban sus negocios; ningún traductor necesitaba ayuda; los semanarios ilustrados llenaban sus páginas con grabados representando el veraneo de los reyes y de la aristocracia en las playas del Norte, sin dejar espacio para un mal artículo.

Se doblaba la hoja. No había que pensar en el préstamo. A la estúpida pregunta del veraneo contestó la señora con la primer sandez que se le vino a la boca. En aquel momento sentía tanto calor que se habría echado en remojo para impedir la combustión completa de su cuerpo todo. «Hija, hace aquí un bochorno horrible». Espere usted, entornaré las maderas para que entre menos luz.

Creen que van á pasar el tiempo fumando en la orilla del mar, como parisienses de veraneo, y se sublevan cuando ven las cuadras, los dormitorios en que duermen encadenados, los vigilantes revólver en mano... ¡Oh! Cuando se portan bien, la administración es paternal con ellos.