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Hasta la vista, caballero y señora. Y mi mujer me decia en voz baja: , como tenga que esperarnos, bien tendrá tiempo de echarse en remojo. Bajamos sonriéndonos la brillante escalera, y hénos otra vez en la calle, camino del paseo del Palacio Real. Al incorporarnos á un obrero que venia hácia nosotros con su mujer, oigo que aquel hombre la dice: ¡Parbleu!

Un rato estuvo meditando, hasta que Patricia, mientras ponía los garbanzos de remojo, la sacó de su abstracción con estas mañosas palabras: «Díjome doña Cirila que es usted muy linda, ¿sabe?... que esta mañana la vio a usted en la iglesia y que le fue muy simpática. Verá usted, cuando la trate, que también ella se deja querer.

La cena fue regocijada y ruidosa: se bromeó, se contaron de antemano las perdices que habían de sucumbir, se saborearon por adelantado las provisiones que se llevaban al monte, y se remojó previamente el gaznate con jarros de un tinto añejo que daba gloria.

Esos se aburren, pero no padecen como nosotras, que vivimos en continuo martirio, destinadas á servir de juguete á los hombres chicos. No podré pintar á usted, señor de Bismarck, lo que se sufre cuando uno nos tira del brazo derecho, otro del izquierdo; cuando éste nos rompe la cabeza y aquél nos descuartiza, ó nos pone de remojo, ó nos abre en canal para ver lo que tenemos dentro del cuerpo.

¡Ah pícaro! exclamó Nucha cogiéndole y sacándole afuera, a la luz del corral . ¡Te voy a desollar vivo, gran tunante! ¡Ya sabemos quién es el zorro que se come los huevos! Hoy te pongo el trasero en remojo, donde no lo veas. Agitábase y perneaba el ladrón en miniatura; Nucha sintió lástima, imaginándose que sollozaba con desconsuelo.

Ya os vemos, valientes, ya os vemos. Estáis hilando... ¡Eso debierais hacer siempre!... Fregad también las escudillas y amasad la borona... Cuidado que salga bien cocida... No os olvidéis de echar á remojo las habichuelas y lavar los pañales del chico... Tales y más crueles aún eran las palabras que salían de la boca de aquellos guerreros orgullosos.

Lo primero que deben hacer es ponerle a remojo para que se le ablande la mugre. Ramón miró al Pituso. Su semblante no expresaba tampoco una convicción muy profunda respecto al parecido. Sonreía Benigna, y si no hubiera sido por consideración a su querida hermana, habría dicho del Pituso lo que de las monedas que no sonaban bien: Es falso, o por lo menos, tiene hoja.

Claro está que para postre no habían de faltar los ineludibles pestiños y que había de abundar el vino para apagar la sed que causa la sal conservada en el bacalao, a pesar del remojo, y al picante de las mil ristras de guindillas y de cornetas que en tal día se consumen.

A Esteco se partió con gran enojo, Que á su partir la fuerza le obligaba; El Bachiller García diera un ojo En trueco, por no ver lo que pasaba. La barba, como dicen, en remojo Echó, por ver la de otro se quemaba; Con el Dean se , porque temía Que lo propio será de él otro dia.

«Yo tengo que ir al Monte le dijo más tarde doña Lupe , que hoy empiezan las subastas. Ten cuidado con Papitos, que estos días anda muy salida. la echas a perder con tus benevolencias. Date una vuelta por la cocina y no le quites ojo. Hazle que ponga el bacalao de remojo o ponlo . Y que cuando yo venga esté lavada toda la ropa».