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Véase la nota 1, pág. 80. «A la derecha del Mihrab, dice Edrisí, hay una puerta que sirve de comunicacion entre la mezquita y el alcázar, la cual á un corredor practicado entre dos muros, con ocho puertas, que cierran cuatro hácia el palacio, y cuatro hácia la mezquitaSin duda por equivocacion ha escrito el traductor francés un corridor pratiqué entre deux murailles percées de huit portes, pues de los dos muros del corredor ó pasadizo, solo uno, que es el esterior del mediodia de la mezquita, y que mira al rio, tiene vanos, no de puertas, lo cual era imposible, sino de ventanas.

Su nuevo traductor, que estaba en la punta de la escollera para transmitirle las órdenes de los constructores, le habló con la dureza de un carcelero. Esclavo-Montaña dijo , no vuelva á repetir esos juegos de mal gusto, so pena de morir estrangulado por las máquinas aéreas ó de que la escuadra del Sol Naciente le rompa el cráneo enviándole una nube de piedras con sus catapultas.

Gentleman dijo , tengo que darle una buena noticia. El Padre de los Maestros, que rara vez se digna visitar á los personajes más importantes de nuestra República, vendrá esta tarde á verle. No habla bien nuestro idioma y lo lee también con cierta vacilación; pero yo estaré presente para servir de traductor entre los dos.

Eran once horas sonadas», o bien: «El desconocido llevaba un pantalón corto y una capa del mismo color». Estas son unas donosas pruebas de su estilo de traductor.

¡Gentleman, lléveme! gritó el amoroso catedrático con un temblor histérico en la voz y extendiendo sus brazos . Yo no quiero vivir aquí. Tómeme en su navío gigantesco ó me arrojo al agua. No supo nunca Gillespie si el enamorado capitán fué capaz de cumplir su amenaza, pues se negó á volver el rostro. Pronto dejó de oir la voz de su antiguo traductor.

La interrumpió Gillespie con una voz que para él era casi un susurro: Lo , profesor; el hombre se llama Ra-Ra.... ¡Más bajo, gentleman! dijo el traductor . Ese nombre no le conviene á nadie repetirlo en los presentes momentos. Digamos «él» simplemente, y nos entenderemos lo mismo. ¿Cómo le ha conocido usted?

Sólo añadiré ahora algunas explicaciones sobre la acusación implícita en la dedicatoria autógrafa que pone usted al ejemplar del Himno á la carne que me ha destinado. No sin intención viene este ejemplar para el traductor de Dafnis y Cloe. ¿Quiere usted dar á entender que quien ha traducido aquella novela debe aplaudir el Himno á la carne? La consecuencia está mal sacada.

Entonces escribió un poema en ciento catorce octavillas italianas, titulado «Dios»; pero tampoco se publicó, porque el director opinó que «Dios» no era asunto de actualidad. Forondo carecía del sentido de la ponderación. Lo quiso ser todo y al fin no fué nada; esto es: finó siendo traductor. Elaboraba a brazo sus traducciones. «El pobre pequeño niño sacó su muestrecita.

Deseoso de verle, empezó á gritar lo mismo que en la mañana, seguro de que el traductor vendría en su auxilio. ¡Profesor Flimnap!... ¡Que busquen al profesor Flimnap! Los numerosos pigmeos se miraron inquietos al oir este trueno que hacía temblar el techo, profiriendo palabras incomprensibles.

Dios lo hizo en seis días y lo entregó a la murmuración de sus hijos por los siglos inacabables. El abate Delille, traductor de las «Geórgicas» y autor de «Los jardines» y de un ditirambo para la fiesta del Sér Supremo, en los turbulentos días de la Revolución Francesa, era un hombre dulce e ingenioso.