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En cuanto a Pepita Jiménez, que imaginaba yo que vendría también en burra con jamugas, pues ignoraba que montase, me sorprendió, apareciendo en un caballo tordo muy vivo y fogoso, vestida de amazona y manejando el caballo con destreza y primor notables.

Es que aquí no se les persigue y, al contrario, cuando están las muchachas les echan montones de alpiste y de maíz de guinea por todas partes. ¡Qué lindo es eso! Aquí todo es lindo, ché, hay que convencerse, y si no fuera que la estancia queda tan lejos de Buenos Aires, yo me vendría a vivir a ella para siempre. ¿Y qué te lo impide?... Al fin tu empleo no te da gran cosa.

Y voy a decirle a mi tía que necesito tomar una criada. Una chiquilla modosa y dispuestilla, así como Papitos, me vendría muy bien. ¡Sola todo el día en esta jaula!... ¡Ah!, gracias a Dios; ya siento el llavín de mi tía, que entra. ¿Será ella o será alguno que le ha quitado el llavín y viene a matarme?... Tía, tía, ¿es usted?». Yo soy, ¿qué se te ocurre?... Nada; ya estoy tranquila.

Si se fomentase la cria de ganado vacuno, es indudable que en vez de recibirlo del esterior, vendria á ser él un ramo importante del comercio de salida: otro tanto sucederia con los rebaños de ovejas, que llegando á multiplicarse suministrarian á la vez su carne y sus lanas en abundancia.

Acercándose al gabinete de su padre, vio que levantaban un altar. Preguntó sencillamente lo que aquello significaba, y una criada, llevándole a un rincón, le dijo que no se asustase, que su papá había deseado confesarse y recibir la Comunión, y que su Divina Majestad vendría pronto a visitarle. Esta recomendación de no asustarse, hecha repetidas veces, produjo el efecto contrario.

Cruzó por su mente la idea de que pudiese subir a su casa; pero al instante la desechó como inverosímil. Imaginó más bien que vendría a visitar a alguno de los inquilinos de los cuartos principal o segundo, que eran personas de calidad. No obstante, a despecho de su razón, no se tranquilizaba. Cuando oyó sonar el timbre de la puerta quedó aterrado.

Salía el tribuno primero, y le decía al tribuno segundo si había visto á Cayo; el tribuno segundo le contestaba al tribuno primero que no; pero después venía el tribuno tercero y decía á los dos anteriores que Cayo estaba en casa del sacerdote Ennio Sofronio, y que después vendría á confiarles sus planes en la plaza pública.

Cuando diese a luz y él hallase medio de vivir, que lo hallaría pronto seguramente, entonces vendría a sacarla para siempre de casa y vivir juntitos hasta la muerte. Carlota se dejó convencer. La idea de causar el más insignificante daño al ser cuya aparición esperaba con impaciencia la llenaba de congoja. Quedaron, pues, en que él sólo se marcharía.

Si quieres que vaya a Mar del Plata y bailemos el primer baile, me tienes que contar... a ver, habla. Pues, bueno; no hay nada; pero... puede haber. ¡Qué bien me vendría que me acompañaras a Mar del Plata! ¿Flirteo?... ¿Principio?... Iré si me necesitas. Bueno; entonces te contaré. Aunque ya te puedes imaginar... No digas más, Margarita, ¡no digas más!... ¿Ha vuelto? ¡Era de ley!

Y el pobre Bonis se frotaba la frente y toda la cabeza con las manos, compadecido de aquel cerebro que bullía, que crujía, que pedía reposo, paz... y la ayuda de fuerzas nuevas. Un día encontró Bonis en un libro la palabra avatar y su explicación, y se dijo: ¡Una cosa así me vendría a perfectamente! Otra alma que entrara en mi cuerpo; una vida nueva, sin los compromisos de la antigua.