United States or Azerbaijan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Obdulia, ¡cálmese usted... ¡Cálmese usted! ¡Cálmese usted, por Dios! ¡Levántese usted!... ¡Levántese usted, por Dios!... Su faz blanca, nacarada, estaba cubierta de vivo rubor. Un soplo de emoción delicada y mística corrió por toda la tertulia. Algunas jóvenes también se ruborizaron. Los clérigos se miraron unos a otros.

Los dos pilletes se miraron estupefactos. ¿Quién era el osado? ¿Será Chiripa? preguntó Celedonio entre airado y temeroso. No; es un carca, ¿no oyes el manteo? Bismarck tenía razón; el roce de la tela con la piedra producía un rumor silbante, como el de una voz apagada que impusiera silencio.

El pavo los miró; ellos le miraron y se detuvieron. Hizo él la rueda y les echó una arenga, es decir, que después de soltar dos o tres estornudos, que son la interjección natural del pavo, les soltó esa carcajada que parece ladrido.

Venía cubierto el rostro con un trasparente velo negro, por quien se entreparecía una longísima barba, blanca como la nieve. Movía el paso al son de los tambores con mucha gravedad y reposo. En fin, su grandeza, su contoneo, su negrura y su acompañamiento pudiera y pudo suspender a todos aquellos que sin conocerle le miraron.

Ayer... ¡qué pena!... no me conoció... ¡Tanto tiempo sin verme!... me tenía miedo... ¡pobrecita de mi alma!... miedo, así como se dice... Ni que su madre fuera el coco... En esto oyeron pasos, y miraron todas a la puerta. Era doña Guillermina, que entró, como siempre, muy apresurada, encendidas las mejillas, con su perdurable mantón oscuro, sus zapatones, su falda de merino.

Los tres me miraron, y yo observé claramente cuanto me rodeaba, pudiendo apreciarlo todo sin mezcla de vagas imágenes ni mentirosas visiones.

Sigamos. Un profundo y lejano suspiro anunció la admiración de doña Paulita. , he venido aquí á ver si ustedes consienten ... continuó el abate. El retablo que en la persona de Paz hacía veces de rostro, se puso de color de remolacha, y los ojos de Salomé miraron al cielo, no sabemos si por un movimiento natural ó por una calculada combinación de ademanes.

Don Manuel había estado en América dos años, y esta interrogación expresiva ¿no?, importada de aquel mundo joven, la usaba todavía en ciertos momentos. Se miraron con sorpresa sus dos contertulios, y ambos dijeron que «» varias veces, en contestación a aquel «no» interrogante. Vamos a ver indagó el solariego, que parecía un resucitado : a ustedes ¿qué les parece de mi hermana?

Deseoso de verle, empezó á gritar lo mismo que en la mañana, seguro de que el traductor vendría en su auxilio. ¡Profesor Flimnap!... ¡Que busquen al profesor Flimnap! Los numerosos pigmeos se miraron inquietos al oir este trueno que hacía temblar el techo, profiriendo palabras incomprensibles.

Don Rosendo, al cabo de otro rato, alzó el sable... Villar, instantáneamente dió otro brinco verdaderamente sobrenatural, que sobrepujó en mucho al primero. Creyeron que salía de la quinta. Los testigos se miraron todavía con mayor asombro. La pelea duró, en esta forma, más de media hora. Durante ella, don Rosendo gritó una vez: ¡Alto! ¿Qué hay? preguntaron los testigos acercándose.