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Luego las mujeres aquellas cubrieron de vistosos paños una mesa, arreglándola como un altar, y sobre ella fué colocada la caja.

El pobre hombre, canijo y encogido, adoraba la fuerza, la arrogancia, los uniformes vistosos, y al recordar que el iniciador de la Orden había sido soldado, sonreía con cierta malicia, como si pensase en los devaneos y buenas fortunas de los hombres de guerra, de las cuales alguna habría tocado al santo, cuando aún no pensaba en serlo.

Llegaron, pues, los japoneses acompañados del padre Luís Sotelo, excitando extraordinariamente la atención del pueblo, los portes y vistosos trajes, las armas y adornos que el embajador Fraxecuera Rocuyemon lucía y los personajes que le acompañaban.

Las ondas de este caudaloso rio, que tiene mas de una legua de ancho, corren sobre un lecho cuyas márgenes é innumerables islas se ven adornadas de vistosos boscages, en donde la graciosa palmera entretege su follage con el de los árboles mas variados y bellos.

Centenares de luces brillaban en dorados candelabros, reflejándose en mil chispas de varios colores sobre los vasos tallados y los vistosos jarros llenos de flores y frutas. El mismo desorden que allí había, como en todo lo perteneciente a lord Gray, hacía más deslumbradora la extraña perspectiva del preparado festín. Al fin, mostrando impaciencia, dijo el inglés: Ya no pueden tardar.

Tan magníficamente lucía aquella criaturita ataviada de esa suerte, y era tal el esplendor de la propia belleza de Perla, brillando al través de los trajes vistosos que habrían podido apagar una hermosura mucho menos radiante, que puede decirse que en torno suyo se formaba un círculo de fulgente luz en el suelo de la obscura cabaña.

Á entrambas orillas se extiende una vega más florida que dilatada, donde alternan los plantíos de maíz con las praderas; unos y otros cercados por setos de avellanos que salen de la tierra semejando vistosos ramilletes. El Nalón se desliza sereno unas veces, otras precipitado formando espumosa cascada; pero en todas partes tan puro y cristalino que se cuentan las guijas de su fondo.

Los caballos, magníficos; vistosos, los arreos. Los rayos del sol refulgente herían el bruñido acero de las armas, las joyas, los metales preciosos y los áureos bordados, deslumbrando todo la vista con fúlgidos destellos. El Rey llevaba aquel día el bonete y el estoque de honor, que le había regalado el Padre Santo y que sólo sacaba en las más solemnes ocasiones.

Las alemanas, con trajes vistosos y disparatados, se besaban al encontrarse, hablando á gritos. La lengua germánica, confundida con el catalán y el castellano, parecía pertenecer al país.

Era un resto de su antigua alegría, un recuerdo de aquellos años en los que bajaba por Carnaval al centro de Madrid cubierto de sus más vistosos harapos, aceptando la extrañeza y la burla de las gentes como testimonio de admiración. Seguía la costumbre de desfigurarse con adornos bravíos cuando llegaba la fiesta, pero se quedaba en casa, vencido por el reúma senil que inmovilizaba sus piernas.