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Nos acercamos al más grande de estos corros, y a la luz de la hoguera pude ver rostros y personajes verdaderamente dignos de Belén, y que me recordaron el hermoso cuadro del Nacimiento de Jesús, de nuestro Cabrera , que decora la sacristía de Tasco . En efecto, esas cabezas rudas, morenas y enérgicamente acentuadas, con sus flotantes cabelleras grises y sus largas barbas; esas sonrisas bonachonas y esos brazos nervudos apoyándose en el cayado, parecen ser el modelo que sirvió a nuestro famoso pintor para su Adoración de los Pastores.

Las vendedoras de buñuelos y de bollos con miel y castañas confitadas, atraían a los compradores con sus gritos frecuentes, mientras que los muchachos de la escuela formaban grandes corros para cantar villancicos, acompañándose de panderetas y pitos, delante de los pastores de las cercanías y demás montañeses que habían acudido al pueblo para pasar la fiesta.

Más allá de estos corros femeninos en torno de las mesas de , media docena de músicos, uniformados lo mismo que los camareros, agrupábanse sobre una tarima, alrededor de un piano de cola. Sus cabezas rubias de germanos y los arcos de sus violines destacábanse sobre los rectángulos luminosos de cuatro ventanas que cerraban la perspectiva.

¿Y quién tenía valor para trabajar en medio de la bulliciosa carnavalada? Algunas operarias hubo que al principio se encarnizaron en la labor, bajando la cabeza por no ver las máscaras; pero a eso de las tres de la tarde, cuando la inocente saturnal llegaba a su apogeo, las manos cruzadas descansaban sobre la tabla de liar, y los ojos no sabían apartarse de los corros de baile y canto.

En Altavilla, a la hora del crepúsculo, los eternos corros de jóvenes alegres, riendo mucho, hablando alto y abriéndose amenudo para dejar paso a alguna costurera espiritual o criada de carnes opulentas a quienes rinden homenaje con los ojos, con la palabra y no pocas veces con las manos.

Las tiendas estaban cerradas, no había estudiantes en la entrada de San Carlos, ni corros ante las tabernas, ni chicos jugando en las socavas de los árboles.

Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o pequeñas tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro está el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestría, el rondó final de la Cenerentola. Nuestro don Braulio y sus niñas no vieron una sola cara conocida. En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella concurrencia.

Por esto le gustaba más, cuando el tiempo no era muy frío, vagar por las calles, embozadito en su pañosa, viendo escaparates y la gente que iba y venía, parándose en los corros en que cantaba un ciego, y mirando por las ventanas de los cafés.

Como existen en todo campamento, además del supremo consejo que se celebra en la tienda del General, tantos consejillos como grupos de soldados se escalonan aquí y allá, en la cantina o en campo raso, para echar una caña o tirar un par de cartas, nosotros siempre estábamos dilucidando en corros más o menos grandes la eterna cuestión de nuestro encuentro con los franceses. ¡Cuántas veces, reunidos junto a un tambor, donde había un jarro de vino, dispusimos el paso del río, el ataque del enemigo en su posición de Andújar, u otras hazañas de la misma harina!

El mar levantábase debajo de la nube en forma de canastillo, y este redondel acuático coronado de espumas cambiaba de sitio así como el cono nebuloso iba corriéndose por el cielo. Se deshizo al fin la tromba, restableciéndose la uniforme tersura del horizonte. Los pasajeros, terminado el espectáculo, volvieron a formar corros en la cubierta o se ocultaron en el fumadero y el jardín de invierno.