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11 Y yo y él soñamos sueño una misma noche: cada uno soñó conforme a la declaración de su sueño. 13 Y aconteció que como él nos declaró, así fue: a me hizo volver a mi asiento, e hizo colgar al otro. 16 Y respondió José al Faraón, diciendo: No está en ; Dios será el que responda paz al Faraón. 18 y que del río subían siete vacas gruesas de carne y hermosas de forma, que pacían en el prado.

Mirose en él; mas por causa de la pequeñez del vidrio, érale forzoso mirarse por partes, sucesiva y gradualmente, primero un ojo, después la frente. Alejándolo, pudo abarcar la mitad del conjunto. ¡Ay! ¡Cuán triste fue el resultado de sus investigaciones! Guardó el espejillo, y gruesas lágrimas brotaron de sus ojos. Nela, sobre mi frente ha caído una gota. ¿Acaso llueve?

Cállate, Nolo. no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día.

Otro hombre, está sentado al borde de la cama y se encorva bajo el peso de gruesas cadenas: es el gitano y aquel ataúd es el suyo : el hombre que reza arrodillado es el verdugo. El gitano ha sido juzgado y condenado, y, según la costumbre, ha de permanecer en la capilla o capilla ardiente los tres días que preceden a su suplicio.

Si yo conociese alguna capaz de eso, te juro, Amaury, que le legaría con gusto tu cariño, porque ahora ya no me atormentan los celos... ¡Pobre amor mío! Tengo tanta compasión de ti como de misma, porque el mundo va a parecerte tan desierto como mi sepultura. Amaury sollozaba; por las mejillas de Antoñita rodaban gruesas lágrimas; el sacerdote, para no llorar, procuraba recogerse en la oración.

Este rio de Santa Cruz en otro tiempo fué capaz de naves gruesas: pues refiere Gonzalo Fernandez de Oviedo en su Historia de las Indias, que ancoraron en él las naos del comendador D. Fray Garei Jofré de Loaysa, año de 1526. Y lo mismo comenta el cronista Antonio de Herrera en su Historia de Indias, dec. 3. lib. 9. cap. 4., quien dice, que en dicho rio de Santa Cruz dió carena á su capitana.

Unos blandían espadines de puños de nácar ó largas tizonas, luego de envolverse en capas de seda carmesí obscurecidas por los años. Otros se echaban en hombros colchas de brocado venerables, faldas de labradora con gruesas flores de oro, guardainfantes de rico tejido que crujían como papel.

Hallóse de nuevo en la calle de Segovia, y entonces los gritos femeninos llegaban á sus oídos como si la horda de aves con palabra humana hubiera levantado el vuelo tornando á las altas regiones. Empezó á llover: caían gotas muy gruesas, que la imaginación calenturienta de la huérfana sentía en el piso como si éste fuera una caja sonora.

Vea usted: estábamos, como hoy, después de una gran victoria, en alguna parte..., yo no dónde..., en una especie de barracón de madera, de gruesas vigas, rodeado de una empalizada.

En los muros, entre viejas estampas, hay un cartel amarillento que dice en gruesas letras: Sumario de dos mil quinientos y ochenta días de indulgencia concedidos a los que devotamente pronuncien estas palabras: «Ave María Purísima»; y abajo, a dos columnas, una nutrida lista de obispos y arzobispos.