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Cállate, Nolo. no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día.

NATILLAS CON BIZCOCHOS. Se hace como la primera fórmula, y antes de echarlas a la fuente se ponen en ésta dos claras a punto de nieve, y se cubre con bizcochos el fondo. Cuando las natillas están casi frías se vierten por encima, si se ponen solo bizcochos sin claras; pueden echarse las natillas calientes.

«Pero, hija, debes haber echado al fuego una arroba de canela... Está la casa apestada... Si yo estuviera bueno, no se harían estas cosas así. Seguramente habrás hecho natillas para un ejército... No se te ocurre nada.

Y todos corrieron, mientras el vencedor iba detrás con piernas vacilantes, sin gran deseo de azotar a sus amigos, contento con el triunfo, pero sin deseos de venganza. El Rojo no quería correr: protestaba. ¡Rediós! ¿qué son natillas? gritaba poniendo la mano delante de la cara, mientras tímidamente el Ratón le castigaba con simulacros de azotes.

Á todo esto, la polka había atravesado ya la frontera, y se establecía entre nosotros, no como un huésped, sino como un conquistador. Recordarán ustedes que había sombreros á la polka, y pantalones á la polka, enaguas á la polka y hasta natillas á la polka.

Le digo a usted que, a veces, extendiendo la mirada sobre mis vecinos de mesa, cuyos dramas privativos se me presentan al pronto con escénica plasticidad, y elevándome a seguida, y como que a pesar mío, a contemplarlos filosóficamente, sub specie aeterni, como sombras inconsistentes y efímeras, me acomete un escalofrío patético, me dan ganas de llorar y soy capaz de tragarme, sin parar atención y como si fuese un plato de natillas, la empedernida chuleta que me han servido.

NATILLAS DE T

Un niño flaco, pálido, casi desnudo, tomó la punta del pañuelo; le brillaban los ojos... le temblaba la voz... y mirando con miedo al de las naranjas, dijo muy quedo: ¡Natillas!... ¡Zurriágame la melunga! gritó entusiasmada la madre , ¡castañas de catalunga!

Sucediéranse, plato tras plato, los cebados capones, manidos y con amarilla grasa; el pavo relleno; el jamón en dulce con costra de azúcar tostado; las natillas, con arabescos de canela, y la tarta, el indispensable ramillete de los días de días, con sus cimientos de almendra, sus torres de piñonate, sus cresterías de caramelo y su angelote de almidón ejecutando una pirueta con las alas tendidas.

NATILLAS ACARAMELADAS. Póngase azúcar en polvo en una cacerola de cobre y no de estaño; derrítase sin agua en fuego fuerte para que forme mucho color; échese, según la cantidad de caramelo, más o menos flor de naranja garrapiñada, y de antemano deshecha en agua; añádase nata o leche en la misma proporción. Cuélese todo después de cocido, y espésese al baño maría; se deja enfriar, y se sirve.