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Era aquello... ¿cómo lo diré yo?... un gallardo artificio sepulcral de atrevidísima arquitectura, grandioso de traza, en ornamentos rico, por una parte severo y rectilíneo a la manera viñolesca, por otra movido, ondulante y quebradizo a la usanza gótica, con ciertos atisbos platerescos donde menos se pensaba; y por fin cresterías semejantes a las del estilo tirolés que prevalece en los kioskos.

En el horizonte destácanse las agudas cresterías de los Alpilles. No se percibe el ruido más insignificante. A lo sumo, de tarde en tarde, el sonido de un pífano entre los espliegos, un collarón de mulas en el camino. Todo ese magnífico paisaje provenzal sólo vive por la luz. Y actualmente, ¿cómo he de echar de menos ese París ruidoso y obscuro? ¡Estoy tan bien en mi molino!

Descendía como si se la tragase el abismo, y luego disparábase hacia lo alto lo mismo que un animal que se encabrita, temblando sus flancos con el choque de las fuerzas ocultas. Dos montañas de espuma rematadas por sutiles cresterías asaltaban la proa, esparciendo una nube de polvo líquido.

Se inscribieron en los libros parroquiales 113 bautizos, 26 casamientos y 32 defunciones. Asistieron á las escuelas 50 niños de ambos sexos. Caramoran es el último pueblo de los ocho que componen el partido de Catanduanes. Desdentado significa la palabra bicol caramoran, y apropiada está al dar nombre á aquel pueblo asentado entre montes de irregulares cresterías.

No faltan madrugones que iluminan las vidrieras de las granjas, y en las cresterías de piedra de la abadía de Montmajour, los quebrantahuesos aletargados todavía por el sueño revolotean entre las ruinas. Sin embargo, encontramos ya, a lo largo de las zanjas, campesinas viejas que van al mercado, trotando en sus borriquillos.

Sucediéranse, plato tras plato, los cebados capones, manidos y con amarilla grasa; el pavo relleno; el jamón en dulce con costra de azúcar tostado; las natillas, con arabescos de canela, y la tarta, el indispensable ramillete de los días de días, con sus cimientos de almendra, sus torres de piñonate, sus cresterías de caramelo y su angelote de almidón ejecutando una pirueta con las alas tendidas.

Tan pronto parece una elegante torre morisca con mil cresterías, ahora es un globo de fuego; pero sus contornos varían siempre, y se presentan destacados... ¡Virgen del Carmen! se diría que es un rostro humano... ... esa ancha frente... y esa boca... ¡Oh! no... ... Jesús... ¡es él!...

Cerca de Tiui se alza majestuoso el Putianai, escabrosísimo monte á cuyas últimas cresterías han llegado poquísimos. Quizás, y sin quizás, no habrá en toda la isla de Luzón una maravilla geológica como la que se admira en los renombrados manantiales que se hallan á 2 km. de Tiui.