United States or Madagascar ? Vote for the TOP Country of the Week !


El sol brilla con fuerza, recortando enérgicamente las sombras, y el aire, impregnado de rústicos aromas, apenas consigue agitar las hierbecillas sedientas del agua de los cielos. Todo está seco; en cuanto alcanza la mirada no hay una noria, ni un árbol, ni una fuente.

Un día, hallándose en el jardín de su casa recortando los setos de boj y membrillo, para lo cual, y con objeto de no lastimarse las manos, solía ponerse guantes, vió en el balcón cercano unas cabecitas rubias que le sonreían. Eran los hijos de D. Marcelino, á quienes Octavio, como vecino, no dejaba de conocer muchísimo. Allí no estaban más que los pequeños.

El antiguo solar en que se alojaron, y que junto con trescientas fanegas de tierra, en el Valle-Amblés, heredó el hidalgo de su mujer doña Brianda del Aguila, estaba situado sobre una plazuela, a pocos pasos de la Puerta de la Mala Ventura. Cuadrado torreón de sillería se levantaba en el ángulo sudeste, recortando sobre el cielo su imponente corona de matacanes y morunas almenas.

En la calle, el sol de Noviembre, tibio y dulce como un sol primaveral, hacía resaltar bajo su lluvia de oro las casas blancas, de verdes balcones, recortando la línea de sus azoteas africanas sobre un cielo de intenso azul. Montenegro vio venir hacia él un airoso jinete en traje de campo.

El cocinero está haciendo un pastel, y recortando en figura de flores los nabos y las zanahorias, y le devolvió a la lavandera el gorro, porque tenía una mancha que no se veía apenas, pero, «¡hoy, hoy, señora lavandera, el gorro ha de estar sin manchaPiedad no sabía, no sabía.

A través de las sudamericanas, finas y elegantes, como si se hubiesen escapado de una lámina de periódico de modas, sus ojos buscaban con admiración á otras damas peor trajeadas, gordas, con armiños teatrales y joyas antiguas. Al encontrarse estas señoras en el atrio, hablaban con voces fuertes y manoteos expresivos, recortando enérgicamente las palabras.

En lo más lejano de él, pero muy lejano, y como si fuera el comienzo de lo infinito, una faja azul recortando el horizonte: aquella faja era el mar, el mar Cantábrico; hacia su último tercio, por la derecha y unida a él como una rama al tronco de que se nutre, otra mancha menos azul, algo blanquecina, que se internaba en la tierra y formaba en ella como un lago: la bahía de Santander.