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Perdonad, perdonad, señora dijo Montiño, notando el disgusto de doña Ana ; los desventurados creemos que nadie tiene que hacer más que pensar en ellos. Adiós, señora, adiós... y recibid mil plácemes por vuestra buena fortuna. Adiós, señor Francisco, adiós. El cocinero salió y doña Ana cerró con precipitación el postigo.

19 Por esto, hermanos míos amados, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, dejando toda inmundicia, y restos de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra ingerida en vosotros, la cual puede hacer salvas vuestras almas.

7 Porque mi paladar hablará verdad, y mis labios abominan la impiedad. 8 En justicia son todas las razones de mi boca; no hay en ellas cosa perversa ni torcida. 10 Recibid mi castigo, y no plata; y ciencia más que el oro escogido. 11 Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todas las cosas que se pueden desear, no son de comparar con ella.

Si yo, Virgen sagrada, he merecido De tu misericordia bien tan alto, Quándo podré mostrarme agradecido, Tanto, que no quede corto y falto? Recibid mi deseo, que subido Sobre un cristiano obrar, dará tal salto, Que toque ya, olvidado deste suelo, El alto trono del impirio cielo.

»Que vuestra suerte no os ensoberbezca, seguid siendo siempre bueno y leal y recibid la bendición de vuestro padre, »EL DUQUE DE OSUNA, CONDE DE URE

Adiós, recibid mi alma. Dorotea.» Y por bajo se leía: «Decid á don Francisco de Quevedo, que en mi casa, en un cajón de la mesa de la sala, está mi testamento; que lo haga cumplirDos lágrimas, gordas, enormes, de Quevedo, cayeron sobre este papel. Luego le dobló en silencio, y le guardó. Padre Aliaga dijo dirigiéndose al religioso que oraba en silencio , vos os quedaréis, ¿no es verdad?

Escribid otra, mi amada hija, pero que sea tal, que ni en asuntos mundanos se entremeta, ni haga daño á nadie. Recibid mi bendición El inquisidor generalSintió la madre Misericordia al leer esta carta primero un acceso de cólera, luego un escalofrío de miedo.

Y con esto y no tener ya nada que ponerme salvo la daga y la espada que me han quitado, recibid mi agradecimiento, alguacil desalguacilado, y vamos, que el moverme me hará provecho. Acercad y asíos de mi capa. Téngoos ya. Pues marchemos, y silencio. Silencio y marchemos.

Recibia el vencedor de mano del monarca una copa de oro guarnecida de piedras preciosas, y le decia el rey estas palabras: "Recibid este premio de la generosidad, y oxalá me concedan los Dioses muchos vasallos que á vos se parezcan."

22 Y recibid a los unos en piedad, discerniendo. 23 Mas haced salvos a los otros con temor, arrebatándolos del fuego; mas con esto aborreciendo aun hasta la ropa que es contaminada de tocamiento de carne. Amén. 2 el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesús, el Cristo, y de todas las cosas que ha visto.