United States or Norfolk Island ? Vote for the TOP Country of the Week !


Este muchacho, a pesar de su ligereza y de las tonterías que sus pocos años le obligaban a cometer, era tan afectuoso, que había llegado a quererle de veras. Su casamiento debía realizarse pocos días después. Quedamos citados para París, adonde yo pensaba dirigirme. Nuestro viaje no tuvo incidente alguno, fuera de esos pormenores propios del caso, que tantas veces los novelistas han contado.

Para aquellos novelistas en quien la imaginación no ha llegado á tal grado supremo de viveza que permita escribir sin la observación atenta de todos los días, el modelo, el dato real es de absoluta necesidad: pero como ayuda poderosa para su fantasía, me atrevo á aconsejar el estudio no práctico, sino contemplativo de las artes plásticas.

Me han hablado de un veneno de Africa o de América que mata a los hombres con la cantidad que cabe en una punta de alfiler. ¿Es una invención de los novelistas? No, es una invención de los salvajes. Se unta con él la punta de las flechas. Lindo veneno, señora; no hace languidecer a sus víctimas; es el rayo en miniatura. Lo más curioso es que se le puede comer impunemente.

No vayáis tampoco, según el uso escandaloso de los novelistas de nuevo cuño, a profanar los textos sagrados de la Escritura. ¿Hay cosa más escandalosa que ver en un papelito bruñido y debajo de una estampita deshonesta las palabras mismas de nuestro Señor, tales como: «mucho le será perdonado, porque amó mucho», o aquellas otras: «el que se crea sin culpa, tírele la primera piedra?» ¡Y todo ello para justificar los vicios! ¡Eso es una profanación! ¿No saben esos escritores boquirrubios que aquellas santas palabras de misericordia recaían sobre las ansias del arrepentimiento y los merecimientos de la penitencia?

Reyles, raya a mi ver, en herejía literaria, casi monstruosa. ¿Qué novísimo arte exquisito y profundo es ese que no se ha descubierto sino a fines del siglo XIX en Francia, en Suecia o en Rusia? ¿De suerte que Bourget, Ibsen y Tolstoï emplean un arte más exquisito y profundo que los autores del Quijote y de La Celestina? ¿Con que Cervantes hacía sentir menos y ahondaba menos en la mente y en el corazón humanos que los modernos novelistas que cito?

Pero los novelistas ignoran esa sencillez preciosa del arte teatral; acostumbrados á explicarlo todo, tipos y paisajes, no comprenden que, ante las luces de la batería, se pueda responder con una mirada á un largo discurso, ni que un suspiro de amor y una ventana abierta para dar paso á un rayo de luna, basten á servir de desenlace á una comedia; de aquí su frondosidad barroca, sus vaguedades y esa pesadez de detalles que el público no perdona.

Observaré que esta tendencia á la dispersión se ha atenuado mucho en los tiempos presentes. Los actuales novelistas gustan más de recoger una acción y seguirla sin vacilaciones ni tregua que de entretenerse con otras narraciones secundarias más ó menos alejadas de la principal, como hacían los del siglo pasado y los de la primera mitad del presente.

Pero los de otros novelistas españoles, como Mateo Alemán, Vicente Espinel, Vélez de Guevara; Céspedes, etc., á menudo nos fatigan por lo deshilvanados, ya que no por lo desabridos... Y lo mismo sucede, á pesar de su excelencia, con las novelas de algunos escritores extranjeros, como Richardson, Fielding, Dickens, Juan Pablo Richter, etc.

Como los pintores, como los novelistas, los actores buscan en la calle, en el ateneo ó en la taberna, datos ó croquis que luego adaptarán á las figuras ó caracteres que quieren interpretar. Algunos comediantes que, como Coquelin y Pepe Santiago, saben algo de dibujo, tienen un álbum donde apuntan ligeramente las cabezas y los gestos que más interesaron su atención.

Un día se fijó en que Manolita tenía unas hermosas mejillas de melocotón con ligera película, más fina que el terciopelo de a cuatro duros vara; otro, hizo la observación de que sus ojos eran «ardientes ascuas», imagen del dominio común de todos los novelistas por él conocidos, una noche hasta llegó a pensar, revolviéndose en su menguada cama de dependiente, que la hija de don Manuel estaría admirablemente formada, a juzgar por su «exterior escultural» otra frase cien veces leída , y el resultado de estas y otras observaciones fue confesarse a mismo que era «esclavo» de Manolita y la amaría «hasta la muerte».