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Luego leemos los encantos, de que se vale Fátima para obligar á Aurelio á querer á Zara. Preséntase una Furia, y anuncia que sólo la necesidad y la oportunidad podrán quebrantar la firmeza del cristiano. Estos personajes alegóricos se muestran también luego, y procuran, aunque vanamente, convencer á Aurelio.

Mi señor, ansi se suena, Que la mercancia es buena. Si es limosna? Si será. Vamos. , Aurelio, procura Tu partida, y ten cuidado De aquello que me has jurado. Crezca el cielo tu ventura. Gracias te doy, eterno Rey del cielo, Que tan sin merecerlo has permitido Que por la mano de quien mas temia, Tanto bien, tanta gloria me ha venido. Entra FRANCISCO cautivo, y luego los otros tres.

Forman su base los amores de Aurelio y de Silvia, cautivos ambos en Argel. Aurelio es amado de Zara, su señora, mujer del renegado Izuf; y tanto ella como su amiga Fátima se valen de todo linaje de astucias para seducirlo, aunque inútilmente, porque se mantiene inexorable. Esto se desenvuelve en las primeras escenas.

Artegui se adelantó entonces, y soltó la fórmula sacramental: El señor don Pedro Gonzalvo, la señora de Miranda. Miranda.... , , lo he visto, lo he visto abajo escrito en la tablilla también... conozco un Miranda que se habrá casado estos días... solterón, solterón.... ¿Don Aurelio? preguntó Lucía a pesar suyo. Justo.... Le trato mucho, mucho. Es mi marido murmuró ella.

Esta carne quitada de la frente Del ternezuelo potro quando nace, Cuya virtud probada y excelente En todo mi deseo satisface, Envuelta en esta yerba, á quien el diente Tocó del corderillo quando nasce, Hará que Aurelio venga qual cordero Mansisimo y humilde á lo que quiero.

Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores.

Esta figura que de cera es hecha, En el nombre de Aurelio fabricada, Será con dura mano y blanda flecha Por medio el corazon atravesada: Quedará luego Zara satisfecha De aquella voluntad desordenada, Y el helado cristiano vendrá luego Ardiendo en amoroso y vivo fuego.

El remedio que en esto se me ofrece, Es advertir á Aurelio que no diga Al Rey que es caballero, sino un pobre Soldado que iba á Italia, y que esta Silvia Es su muger, y si esto el Rey resiste, No querra por el tanto que costaron, Quitartelos, que el precio es muy subido. Muy bien dices, señora: bien, entremos Y demos este aviso á los dos juntos.

Sabreis, señora, que en este mismo punto, Viniendo por el Zoco, me fue dicho Como el Rey me mandaba que llevase A Silvia y á Aurelio á su presencia, Y tengo para , que algun tresleño Y mal cristiano, que á los dos conoce, Al Rey debe de haver ya declarado Como son de rescate estos cautivos, Y como el Rey está tan mal conmigo, Porque aceptar no quise el cargo y honra De reparar los fosos y murallas, Quieremelos quitar sin dubda alguna.

En un contrato de compra y venta en el año de 268, vemos á la rica y joven viuda Priscila comprando una bonita esclava en la flor de su edad, y pagando por ella cinco mil dracmas. Como ya la muchacha había pertenecido á un oficial de caballería, llamado Aurelio Coluto, no es muy de creer que su inocencia inmaculada entrase por mucho en tan subido precio.