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Poco á poco llegó á advertir en los alientos propios de su capacidad social y financiera; se tocaba, y el sonido le advertía que era propietario y rentista. Pero la vanidad no le cegó nunca. Hombre de composición homogénea, compacta y dura, no podía incurrir en la tontería de estirar el pie más del largo de la sábana.

Indudablemente el difunto Arnaiz no había visto claro al hacer tantos pedidos; se cegó, deslumbrado por cierta alucinación mercantil; tal vez sintió demasiado el amor al artículo y fue más artista que comerciante. Había sido dependiente y socio de la Compañía de Filipinas, liquidada en 1833, y al emprender por el negocio de pañolería de Cantón, creía conocerlo mejor que nadie.

Ocupó Sexto Pompeyo la ciudad y César se vió obligado á cercarla. Era de un carácter benigno y generoso este soldado; mas, creyendo ver en este hecho una defeccion, cegó de cólera.

Pero entonces la cegó la ira y dijo con cruel desabrimiento al Conde Enrique: ¿De qué te ríes, imbécil? ¿De qué te ríes? Pues me río, contestó el conde tartamudeando, pues me río... Vamos... interrumpió ella. Di, explícate. Dios te habla.

Tornó a subir para avisarle; el conde descendió, apagando cuanto podía el ruido de sus botas. A la puerta del pasadizo la medianera le dejó, después de abrirle la puerta. Bajose otra vez hasta tocar con las manos en el suelo para no ser advertido de la gente que pasase por la calle, y en esta forma atravesó el pasadizo de la tribuna. Abrió la puerta y entró. La oscuridad le cegó.

No sabía yo lo que era amor. Ahora lo : no hay nada más fuerte en la tierra y en el cielo. ¿Qué no haría yo por D. Luis? Y él por nada hace. Acaso no me ama. No, D. Luis no me ama. Yo me engañé: la vanidad me cegó. Si D. Luis me amase, me sacrificaría sus propósitos, sus votos, su fama, sus aspiraciones a ser un santo y a ser una lumbrera de la Iglesia; todo me lo sacrificaría.

Viendo muy cerca de la cabeza de su marido, sintió deseos de tirarle del cabello que por entre las vueltas del pañuelo de seda salía. «¡Qué rabia tengo! pensó Jacinta apretando sus bonitísimos dientes , por haberme ocultado una cosa tan grave... ¡Tener un hijo y abandonarlo así!»... Se cegó; vio todo negro. Parecía que le entraban convulsiones.

Recibió el grado de bachiller para entrar en la carrera eclesiástica; «pero el amor lo cegó de tal manera, que se olvidó de todoEs de presumir que alude á las relaciones amorosas, que tan bien describe en La Dorotea, á lo menos en lo substancial, y que corresponden á la juventud de Lope, puesto que en otros muchos pasajes de sus escritos, y especialmente en la segunda parte de Filomena, alude á ellas.

Encerrose en su laboratorio; se colocó delante de un espejo con todos los instrumentos necesarios al alcance de la mano. Y tomando la barrena fatal, comenzó a horadarse la frente. La mucha sangre que brotaba le cegó. En vano se la enjugó una y otra vez: necesitaba tener los ojos cerrados, lo cual hacía inútil la operación. Además, cuando la barrena tocó en el hueso, el dolor se hizo irresistible.

Volvió a leer el texto del telegrama, fechado en Jersey... ¡Jersey! Liette creyó estar viéndole desembarcar del vapor en el puerto de Granville... ¡Dejaba entonces una mujer y un hijo en la otra orilla! Y como una espesa niebla que se disipa de repente ante las brillantes flechas del astro del día, una luz cruda, brutal y deslumbradora cegó sus pobres ojos que ella tapaba en vano para no ver...