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Los ojos azules de Susana alborotaban los sentidos; los ojos negros de Valeria, por dulces y serenos, inspiraban más cariño que deseo. No había entre ellas rivalidad posible. El hombre que se prendase de una no podía racionalmente enamorarse de otra.

Mientras que yo me zarandeaba y hería corazones, Blanca pasaba hermosa y altiva, demasiado segura de su belleza, para preocuparse de hacerla admirar; demasiado correcta para rebajarse hasta las emociones y pillerías que hacían mi felicidad. Sin embargo, así que la primera efervescencia se calmó, me di cuenta de que el señor de Couprat tardaba mucho tiempo en enamorarse de .

Pero tengo la seguridad de que si llegara á enamorarse de veras, sin frases, sin embustes pasionales, su afecto sería más sano y profundo que el de los otros hombres.... Mi amiga la doctora dice que son ustedes un pueblo crudo, que sólo ha tomado en apariencia las nerviosidades, desequilibrios y cabildeos que acompañan al amor en otros países civilizados hasta el refinamiento.

«¡Oh, qué talento, enamorarse de una mujer cuyo carácter no se le parece en nada! ¡

Como en uno de los sucesivos jueves dijera algo acerca de lo que le había gustado la fiesta de Pentecostés, la principal del año en la comunidad, y después recayera la conversación sobre temas de iglesia y de culto, expresándose la neófita con bastante calor, Maximiliano volvió a sentirse atormentado por la idea aquella de que su querida se iba a volver mística y a enamorarse perdidamente de un rival tan temible como Jesucristo.

Le pasó por la cabeza que en su casa podría hallar Inesita un buen novio; consideró posible que en su casa saliese don Braulio de su obscuridad, y como le juzgaba pájaro de cuenta, vino a fingírsele en breve tiempo o Director general o Ministro, haciendo mil negocios útiles a la patria, y sobre todo a su marido; y no le pareció tampoco inverosímil que en su casa Beatriz y el Conde de Alhedín llegasen a enamorarse perdidamente el uno del otro; pero en esto no atinaba a ver Rosita, dado que ocurriese, y que ocurriese con la debida circunspección, nada de trágico, ni siquiera de desagradable para don Braulio, quien, según ella misma había declarado, le era simpático de veras, y de quien ya formaba elevadísimo concepto.

Puntualicemos con más precisión, pues la pregunta formulada es un poco vaga: ¿en qué edad se halla la mujer en mejor disposición espiritual para enamorarse y, en consecuencia, para unirse a un hombre, segura de que su sentimiento es firme, permanente, fijo, como la estrella polar? La observación es exacta. El amor, en realidad, es un fanatismo, una de las tantas formas de la exaltación fanática.

El bello ideal de doña Anuncia había sido siempre un viaje a Venecia con un amante; pero una vez que el siglo estaba metalizado y las muchachas no sabían enamorarse, ella quería utilizar, si era posible, la hermosura de Ana, que si se alimentaba bien sería guapa como su padre y todos los Ozores, pues lo traían de raza. , era preciso darle bien de comer, engordarla.

Todo está muy bien, me dije encaminándome lentamente hacia el castillo, pero si su corazón cambia, puede enamorarse de otra mujer durante sus viajes. Casualmente dicen que las rusas son muy lindas. Será preciso mandarle a Laponia. Eché a correr con todas mis fuerzas y llegué a la puerta del castillo en momentos en que el comandante subía a su carruaje.

Ha tenido muchos amantes; es mujer caprichosa: uno de esos caracteres corrompidos que tanto abundan en la sociedad, marcando los distintos grados de relajacion á que llega en cada etapa la especie humana. Ha tenido, como decía, muchísimos querindangos, y al fin viene á enamorarse de un negro traído de Cuba por cierto banquero, que es un agiotista inicuo, un bandolero de frac.