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Estudios literarios, por D. Pedro José Pidal. Historia del nuevo reino de Granada, por Juan de Castellanos, tomo II. Obras de Hartzenbusch. Estudios históricos, por D. Aureliano Fernández-Guerra. Novelas de Salas Barbadillo. Vida de D. Pedro la Gasca, por Calvete de la Estrella. JOYAS DE LA LITERATURA ESPA

Al referir esta historia que me contó D. Juan Fresco, y cuya certidumbre confirmó, hasta cierto punto, mi querido amigo D. Aureliano, no puedo menos de recordar un estudio que escribió y publicó, años ha, Rosa Cleveland, hermana del que fue Presidente de los Estados Unidos.

Su terreno fué, segun la opinion general de los anticuarios, el asiento de la Genabum tomada y destruida por César. Reedificóla el emperador Aureliano, que le dió su nombre, y fué reunida por Childerico al reino de los Francos.

D. Aureliano tenía hacienda de olivar y viña en el cercano lugar de Zuheros; iba a menudo por allí, y se preciaba de saber, y había investigado y de seguro sabía, todo cuanto desde muchos siglos atrás había acontecido en aquella comarca.

La primera de estas obras descritas todas cuidadosamente por Aureliano de Beruete , representa una vieja puesta de perfil y cubierta en parte la cabeza por una cofia blanca, que es la nota más clara del cuadro; tiene en la mano derecha una cuchara de palo, en la izquierda un huevo: ante ella se ve una mesa con utensilios de cocina, y a su derecha un muchacho que se le acerca trayendo en la izquierda una botella y sujetando con la derecha contra el cuerpo un melón enorme.

Cancionero de Gómez Manrique, tomo II. Historia de la literatura y del arte dramático en España, por Adolfo Federico, conde de Schack, tomo II. Leyendas moriscas, tomo II. Estudios históricos, por D. Aureliano Fernández-Guerra. Novelas de Salas Barbadillo. Los pedidos de ejemplares ó suscriciones se harán directamente á la librería de D. Mariano Murillo, calle de Alcalá, 7. Véase la obra del Dr.

Por lo general viene a Madrid recomendado a D. Aureliano Fernández Guerra o a Barrantes, a quienes admira de buena o de mala fe, que eso no importa, y les lee unos cuantos sáficos adónicos y algunas espinelitas: los académicos se dignan decirle que es muy «donoso y maleante», y que sus composiciones están llenas de «sentencias briosas y sales irónicas». Abroquelado con este juicio nuestro mosquito, da algunas lecturas en la Juventud Católica y publica varios fragmentos en La defensa de la Sociedad, hasta que, por consejo de sus amigos académicos, deja repentinamente de zumbar.

A corta distancia de Villabermeja hay un sitio, que apellidan el Laderon, donde cada día se descubren vestigios y reliquias de una antiquísima y floreciente ciudad. El erudito y sagaz anticuario D. Aureliano Fernandez Guerra prueba que allí estuvo Favencia, en tiempo de los romanos, ciudad que desde época muy anterior se llamaba Vesci.

Junto á él y cogidos de sus manos, como un hermano afectuoso el uno, como un maestro y un padre el otro, están Manuel Cañete y D. Aureliano Fernandez-Guerra... Manuel Cañete, el poeta inspirado y elegante, el restaurador de nuestro primitivo teatro, el crítico á quien la fuerza, la violencia del amor á lo bello encarnado en su espíritu, le obliga hasta á ser cruel y despiadado con lo malo; Fernandez-Guerra, el sabio infatigable, el sabio poeta, á quien acusan de soñador en sus juicios los que no comprenden que, á veces, tiene que inventarse cosas que no sepa para estudiarlas, porque cuanto humanamente se puede saber está ya tan bien colocado en su cerebro como los libros en una biblioteca.

Palmira, después que el emperador Aureliano venció á la gran Zenobia, decayó de su prosperidad y grandeza; pero tuvo un hijo, llamado Apeles, que ansió y consiguió restaurarla en su antiguo florecimiento. Apeles fué á la vez gran guerrero y gran artista. A la cabeza de sus compatricios y ayudando á las Legiones de Roma, venció á los persas, que habían acudido á apoderarse de su ciudad natal.