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Ocho días después otra parroquia anuncia su Tedéum; los vecinos se proponen rivalizar en entusiasmo y obscurecer la pasada fiesta. ¡Qué lujo de decoraciones; qué ostentación de riquezas y adornos! El retrato del Restaurador está en la calle en un dosel, en que los terciopelos colorados se mezclan con los galones y las cordonaduras de oro.

El 5 de abril la Junta de Representantes, en cumplimiento de lo estipulado, elige gobernador de Buenos Aires por cinco años al general don Juan Manuel Rosas, Héroe del Desierto, Ilustre Restaurador de las Leyes, Depositario de la Suma del Poder Público.

No soy hombre de hacerme el restaurador de las virtudes desportilladas.» ¡De quién fiarse, Señor!... Elena al Padre Jalavieux. Tengo una gran pena, mi buen señor cura. ¡Máximo de Cosmes se casa con Luciana Grevillois!

«A la liberalidad del augusto Felipe segundo hijo del divino Carlos, nieto del gran Felipe, biznieto del divino Maximiliano rebiznieto del divino Federico, piadoso, fiel, máximo, católico, germánico, francisco, británico, bélgico, índico, africano, túrcico en tierra y mar, emperador invictísimo, porque con nuevos ornamentos y prerrogativas confirmados también y dadas de nuevo ilustres leyes municipales, ha aumentado y ennoblecido esta ciudad como á óptimo príncipe de esta romulense colonia restaurador amabilísimo el cabildo de los sevillanos

Si en punto á solidez, seguridad y perfeccion en el servicio de maniobra son muy superiores los ingleses, los paquebotes americanos tienen la ventaja en la rapidez, la comodidad y aún la baratura. El vapor americano es al inglés lo que el hotel de lujo al café ó restaurador. El viajero se siente mucho mejor bajo la bandera estrellada que bajo el leopardo.

Fuera o no esto cierto, éralo, sin embargo, que el respetable Butrón había aparecido de repente, cubriendo a Jacobo con el manto protector de su confianza; que Currita habíale proporcionado la desinteresada amistad de su caro esposo Fernandito, y que así, en aquellos ocultos rincones de los boudoirs como en las amplias aceras de las plazas públicas, designábanse a los tres personajes con los nombres de el joven Telémaco, el prudente Mentor y la invulnerable Calipso, murmurándose al mismo tiempo que Jacobo estaba arruinado, que el partido restaurador garantía su porvenir asegurándole una cartera en pago de sus servicios, y Currita atendía a su presente con una esplendidez que amenazaba dar al traste con la hasta entonces bien cimentada fortuna de la opulenta casa de Villamelón.

Nada hay ridículo cuando todos, sin excepción, participan de la extravagancia, y sobre todo cuando el azote o las lavativas de ají están ahí para poneros serios como estatuas si os viene la tentación de reiros. Los serenos cantan a cada cuarto de hora: ¡Viva el ilustre Restaurador! ¡Viva doña Encarnación Ezcurra! ¡Mueran los impíos unitarios!

Era curioso el contraste que hacian esas ruinas imponentes y llenas de recuerdos históricos, con el movimiento de los carruajes que llegaban hasta el pié de los muros, de los criados del restaurador establecido en la desmantelada capilla, afanados por servir á todo el mundo, y de las gentes que llegaban, ostentando su lujo y elegancia, por en medio de las magníficas bóvedas umbrías de la floresta.

Junto á él y cogidos de sus manos, como un hermano afectuoso el uno, como un maestro y un padre el otro, están Manuel Cañete y D. Aureliano Fernandez-Guerra... Manuel Cañete, el poeta inspirado y elegante, el restaurador de nuestro primitivo teatro, el crítico á quien la fuerza, la violencia del amor á lo bello encarnado en su espíritu, le obliga hasta á ser cruel y despiadado con lo malo; Fernandez-Guerra, el sabio infatigable, el sabio poeta, á quien acusan de soñador en sus juicios los que no comprenden que, á veces, tiene que inventarse cosas que no sepa para estudiarlas, porque cuanto humanamente se puede saber está ya tan bien colocado en su cerebro como los libros en una biblioteca.

Puede decirse que es una casa en miniatura, un pequeño modelo de vivienda construido por un artista enamorado del estilo de renacimiento, que bien merecía ser copiado por el inteligente y entusiasta arquitecto de esta ciudad don Aníbal González, restaurador de las buenas tradiciones del genuino arte sevillano.