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En el espíritu de Fray Miguel había además poco briosas facultades que le habilitasen para conquistar y dominar nada por medio del pensamiento, Era distraído, poco insistente, ambicioso de ciencia como de todo, pero sin la paciente perseverancia que se requiere para adquirirla. Fray Miguel, si era algo, si algo valía, era como hombre de acción, aunque su poca fortuna o su mucha torpeza le habían extraviado en el camino, encontrando sólo, cuando se cansó y se hartó de andar por él, el desengaño más negro. Aborrecía la vida, pero tenía miedo de la muerte. Así por la época de fe en que vivía como por la natural condición de su espíritu, en la cabeza de Fray Miguel no cabía imaginar que fuera la muerte la aniquilación del individuo, la desaparición de la persona, el olvido de todo.

Era un buen ejemplar de aquella juventud ociosa, dueña de todo el país. Apenas habían llegado los dos paseantes a las primeras casas de Jerez, cuando el carruaje de Dupont, rodando vertiginosamente a impulsos de las briosas bestias, que corrían como locas, estaba ya en Matanzuela.

Cogidos a sus bridas corrían los criados de los molineros, atletas de ligera alpargata, despechugados y con los brazos al aire, que, a la voz de «¡alto!», se colgaban de las cabezadas, haciendo parar en seco a las briosas bestias.

Por lo general viene a Madrid recomendado a D. Aureliano Fernández Guerra o a Barrantes, a quienes admira de buena o de mala fe, que eso no importa, y les lee unos cuantos sáficos adónicos y algunas espinelitas: los académicos se dignan decirle que es muy «donoso y maleante», y que sus composiciones están llenas de «sentencias briosas y sales irónicas». Abroquelado con este juicio nuestro mosquito, da algunas lecturas en la Juventud Católica y publica varios fragmentos en La defensa de la Sociedad, hasta que, por consejo de sus amigos académicos, deja repentinamente de zumbar.

Quedó con esto la verdad en punto, Que aqui puede llamarse punto fijo. Dixome Promontorio: yo barrunto, Padre, que algun gran caso á vuestras canas Las trae tan lejos ya semidifunto. En mis horas mas frescas y tempranas Esta tierra habité, hijo, le dixe, Con fuerzas mas briosas y lozanas.

Estaban ebrias, no del escaso mosto, sino del vaivén y mareo de la romería, de los colores chillones, de los sonidos discordantes: sólo la sordo-muda permanecía indiferente, con su límpida mirada infantil. La casualidad proporcionó a las briosas mozas un desahogo que tuvo mucho de cómico y pudo tener algo de dramático.

La misma sobreabundancia de ingenio produce este defecto, como las personas demasiado ágiles y briosas se mantienen difícilmente en un paso mesurado y grave. Inconvenientes de una percepcion demasiado rápida. Es calidad preciosa la rapidez de la percepcion; pero conviene estar prevenido contra su efecto ordinario, que es la inexactitud.

Los cucos y los galopines, movidos por la segura recompensa, serían los más virtuosos; y cuando alguien, desdeñando el propio interés, se entregase a los vicios más feos y perpetrase crímenes de marca mayor, nos inclinaríamos a creer, o bien que estaba loco, y que por consiguiente era irresponsable, o bien que era una criatura de condición elevadísima, cuyas pasiones briosas y sublimes le impulsaban a desprenderse del vulgar egoísmo y a salirse fuera de la pauta común en que todos nos habríamos encerrado.

Seguían luego, a caballo también, los trompeteros y los músicos tocando clarines y chirimías. Trescientos palafreneros, vestidos de seda, llevaban de la rienda otras tantas briosas y bellísimas alfanas, ricamente enjaezadas con gualdrapas y paramentos de brocado y caireles de oro. Iba en pos vistosa turba de pajes y de escuderos.