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Actualizado: 23 de junio de 2025


Que he de morir si os perdiese, Blanca, por vos será cierto, O ha de ser vuestra belleza De mi esperanza el remedio. De Don Lope estad segura Que será bronce en quereros; Doña Elvira á Ordoño adora: Ni la quise, ni deseo.

La mayorcita, en efecto, sabía decir sin acento «¡hola, vizconde!», «yo lo tomo sin azúcar» y demás frases de alta comedia; pero la pequeña era incorregible y, mientras no perdiese el acento, no la permitirían hablar. En aquella compañía se suponía, probablemente, que la acción de todas las comedias ocurre en la Luna. No se le autorizaba a nadie acento ninguno.

Además, su olfato estaba hecho a deleitarse con el perfume juvenil del hermoso cuerpo de la muchacha, y las sábanas de la fonda le olían a jabón ordinario. Y casi sentía remordimiento. ¿Qué sería de ella? Si se perdiese, ¿quién tendría la culpa? Aunque bien miradas las cosas, ¿qué le importaba? ¿Quién era aquella mujer?

Gerardo Lautrec trató de espiritualizar la idea mostrándonos en la belleza de la forma la imagen y el símbolo de la belleza moral, única representación de la divinidad. Al oír esto Sofía Jansien, roja como la grana bajo sus ricillos de un negro azabache, preguntó con indignado desprecio cómo era posible que se perdiese el tiempo en definir lo que no existe.

En diversas ocasiones se han suscitado discusiones y polémicas sobre la conformidad y disconformidad de la Iglesia con la fiesta de toros, y aunque no es esta ocasión de tratar aquí esta materia, que es por cierto harto trillada, voy á ocuparme únicamente y con la vista de auténticos datos, de una costumbre hoy perdida por completo, cual es la de asistir el cabildo eclesiástico á las fiestas de toros en los siglos XVI y XVII, en que lo hacían con toda la pompa y toda la gravedad del caso, sin que por ello perdiese nada tan elevada corporación, ni en particular sus individuos, que eran todas personas serias y de campanillas.

Tuvieron, , el mérito de no destruir la civilización de los países que ocuparon: de aceptar y de recibir en cada región algo de lo que allí se sabía, ya conservándolo para que no se olvidase ó se perdiese, ya siendo como vehículo para llevarlo de una región en otra.

Sin embargo, si su hija fuese funámbula y trabajase en el alambre, don Carlos pondría una red debajo, aunque perdiese mérito el ejercicio. De las novelas modernas algunas le prohibía leer, pero en cuanto se trataba de arte clásico «de verdadero arte», ya no había velos, podía leerse todo. El romántico Ozores era clásico después de su viaje por Italia.

Que se perdiese todo: que se lo llevase la mala suerte. ¡Para lo que servía la riqueza!... Y revolvía sus ojos furiosos por los planos y modelos del despacho, como si maldijera del poderío industrial, haciéndolo responsable de su desgracia. En aquel momento aborrecía al muchacho que esperaba en las oficinas. ¡La juventud! ¡la insípida y antipática juventud!

6 ¿Es éste tu temor, tu confianza, tu esperanza, y la perfección de tus caminos? 7 Acuérdate ahora, ¿quién haya sido inocente que se perdiese? Y ¿adónde los rectos han sido cortados? 8 Como yo he visto que los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan. 9 Perecen por el aliento de Dios, y por el espíritu de su furor son consumidos.

Sacó el libro de memoria don Quijote, y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta; y, en acabándola, llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer, porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer.

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