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Actualizado: 23 de julio de 2025
Y él, convencido de su éxito, se empequeñecía, se humillaba ante el oficiante, como un simple acólito, mirando algunas veces al público con el rabillo del ojo para que no perdiese ni el más pequeño detalle de su religiosa abnegación.
Su fanatismo sombrío y su sed insaciable de mando contribuyeron á que se perdiese una de las joyas más preciosas de su corona, y la destrucción de la armada invencible anunció ya las próximas y graves humillaciones, que amenazaban al poder español. En lo interior acabó con los últimos restos de la libertad política, destruyendo la constitución aragonesa.
Si los circunstantes asentían, aunque perdiese todas las mesas no le importaba nada. Salvada su honra profesional, el dinero era lo de menos. Vuelta a dar otro tacazo, y vuelta a comentarlo. No cesaba de hablar. Pues otro tanto pasaba en el tresillo; pero, al revés de lo que suele acaecer en este juego, se abstenía de reprender a sus compañeros y de mostrarse enojado.
En el primer acto, deseó que Alicia lo perdiese todo, absolutamente todo; así sería más suya, dependería en absoluto de él, con una esclavitud dulce. Luego, en los actos sucesivos, pensó en la desesperación de Alicia después de esta pérdida. Era una apasionada, que ponía en el juego vanidades de artista. Lamentaría tal vez, más que el dinero desaparecido, su fracaso personal.
No por Dios, señor mío, exclamó Margarita, poniéndose como la cera amarilla, que hartas desventuras he sufrido ya y el valor me falta, y si yo os perdiese, no podría resistir ni un punto, y ahogaríame la pena; que mirad que ese hombre es tal que no hay valiente ni diestro con quien se mida a quien no hiera o mate; y ved no hagáis que la despiadada punta que a vos os corte la vida a mí al corazón me llegue, y en la tumba me arroje desesperada.
Faltóle á Cervantes el aplomo y profundidad necesaria para luchar con éxito contra rivales más fuertes: á su conocimiento exacto de algunos lunares del drama español, no acompañaba el de sus bellezas; y si por un lado carecía de la imparcialidad conveniente y se dejaba arrastrar de la pasión, por otro se exponía á no dar en el blanco, imprimiendo en sus fallos cierta vaguedad. ¿Qué extraño es, por tanto, que se perdiese su voz, ahogada por el aplauso tributado á la escuela contraria?
Siguió aquel movimiento; vió que se iban del jardín, y aprovechándose él también del bullicio, se separó de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tomó la misma calle de árboles por donde vió que las dos jóvenes se habían precipitado buscando la puerta del jardín. Ridículo le parecía que hombre tan corrido como él corriese entonces desalado en pos de dos pobres chicas.
Unas veces las voces y los ruidos aturdian como si estallaran sobre los tímpanos; otras se alejaban repentinamente ó iban suavizándose por grados hasta desvanecerse cadenciosamente en un eco vago, infinitamente lejano, como si el sonido se perdiese entre los pliegues invisibles del cielo, en los desiertos y abismos del Océano ó en las profundidades recónditas de una selva americana sin fin.
Todo era nuevo y sólido, construido con gran derroche de dinero. Únicamente dejó Dupont en pie la casa de los viñadores, para que la finca no perdiese por completo su carácter tradicional, conservando la cocina ennegrecida por el humo de muchos años, en la que dormían los jornaleros en torno del fogaril, sobre una esterilla de enea, única cama que les proporcionaba el señor.
El de abajo era el nuevo, el de los días de fiesta y lo desenfundaba cuando iba a Jerez. En los días de labor, no osaba dejarlo en el cortijo por miedo a los compañeros, que se permitían toda clase de burlas con él porque era «un pobrecito gitano», y lo cubría con el viejo para que no perdiese el color gris y sedoso que era su orgullo.
Palabra del Dia
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