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El cura me apretaba la mano fuertemente, y yo besé la suya, que regué con unas lágrimas que hacía años no había podido derramar. Cuando hubo pasado aquel momento de profunda emoción, el cura se apresuró a presentarme a dos personas respetabilísimas, sentadas cerca de nosotros y que no habían sido las que menos se conmovieran con el relato del maestro de escuela.

Por esta vez y en premio a su cordura, habrá extraordinario. No nos despidamos así... Como en la escena. Bese usted. Y puso su mano al nivel de la boca del joven. Rafael la agarró ávidamente y besó, besó, hasta que Leonora, desasiéndose con un brusco movimiento que demostraba su extraordinario vigor, le amenazó con su mano. ¡Ah, tunante!... ¡Bebé travieso! ¡Qué manera de abusar! ¡Adiós! ¡adiós!

¿Para quién? Para Ruritania. ¿Hacía yo bien o mal en representar aquel papel? No lo ; ambos caminos eran peligrosos y no me atreví a decirle la verdad. ¿Sólo para Ruritania? le pregunté dulcemente. Súbito rubor coloreó sus primorosas facciones. Y también para tus amigos dijo. ¿Amigos? Y para tu prima murmuró por fin; tu amante prima. No pude hablar. Besé su mano y salí indignado contra mismo.

Traerme a Madrid la chica... ¡Figúrate! ¿Y qué hiciste? Sin duda me inspiró Dios. Les miré de un modo que no debieron de comprender, y saliendo al zaguán les dije: «Quiero creer que no saben ustedes lo que pidenEn seguida, limpia de odio, besé a Inesilla y me volví a Madrid sin rencor... y sin ilusiones. ¡Lo creo!

La tomé fuertemente del brazo con un movimiento de cólera y de impaciencia; la sombra del bosque nos protegía: le estreché las manos, la besé en el rostro, en los ojos, en la boca, entre los labios entreabiertos. Blanca le dije ¡yo... no puedo resistir!... Hay tiempo me replicó, ¡más tarde!

1 ¡Oh quién te me diese como hermano que mamó los pechos de mi madre; de modo que te halle yo fuera, y te bese, y no me menosprecien! 4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, que no despertéis, ni hagáis velar al amor, hasta que él quiera. 5 ¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado?

¡Cuánto han tardado! dijo Marta que estaba en el terrado, con su delantal blanco, y nos sonreía desde lejos. Cuando la vi, experimenté el sentimiento de que toda la ternura que yo pudiera prodigarle, sería poca. Me precipité hacia ella y la besé impetuosamente. Pero, al mismo tiempo tuve pena, pues me parecía que así borraba de mis labios el beso de Roberto.

»Afortunadamente la reacción fue tan rápida, como el golpe. Con semblante tranquilo y disimulando mi tristeza, subí la escalinata y penetré al salón. »Al verme, se levantaron los dos. Besé a mi hija en la frente, y estreché la mano a Amaury. » ¡Hijos míos! Soy portador de una nueva bastante desagradable les dije.

Ayer cuando me autorizó a esperar, la tomé una vez más la mano, y se la besé con avidez. Ella se estremeció, pero no la retiró. Yo conocí que ya era mía, que me habría sido fácil coger otro beso en la flor de sus labios. ¿Y al día siguiente, pocas horas después, se habría de dar la muerte?

Yo se lo besé, se lo mordí tan sin pensarlo, que ella no pudo contener un ligero grito, a punto que la Madre Transverberación regresaba con el chocolate y los bollos. ¿Qué es eso, niña? preguntó la vieja, asombrada de oírla chillar. Nada, Madre Transverberación.