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Tenía bastante correa, y además un ingenio vivo y sutil que recogía admirablemente el ridículo y sabía dar en rostro con él a sus contrarios. La mayor parte de las veces los que iban a «tomarle el pelo» salían muy bien trasquilados. Los años, la práctica, le habían adiestrado de tal modo en el pugilato de frases incisivas que realmente era temible. Tenía la intención de un miura.

En ellos perece quien los ama. Y cuando el rey profeta, con ser tan conforme al corazón del Señor y tan su valido, y cuando Salomón, a pesar de su sobrenatural e infusa sabiduría, fueron conturbados y pecaron, porque Dios quitó su faz de ellos, ¿qué no debo temer yo, mísero pecador, tan joven, tan inexperto de las astucias del demonio, y tan poco firme y adiestrado en las peleas de la virtud?

Pero ya Plutón había dado un salto prodigioso y antes que desapareciese la agarró por el brazo. No la alzó, sin embargo, sino que, teniéndola suspendida, él mismo se precipitó en el agujero, y con su agilidad de mono y adiestrado en bajarlo y subirlo, descendió con su carga velozmente, apoyándose con los pies en las escalerillas que su mano había tallado.

Era blanco, rubio, con ojos azules y con poquísima barba, que llevaba muy afeitada, salvo el bigotillo, tan suave, que parecía bozo y que era más rubio que el cabello. Era alto y esbelto, pero distaba no poco de ser un alfeñique. En realidad era fuerte y muy ágil y adiestrado en todos los ejercicios corporales.

Dentro de cuatro o cinco días asegura que podré ya montar en Lucero, caballo negro, hijo de un caballo árabe y de una yegua de la casta de Guadalcázar, saltador, corredor, lleno de fuego y adiestrado en todo linaje de corvetas. Quien eche a Lucero los calzones encima dice mi padre , ya puede apostarse a montar con los propios centauros; y le echarás calzones encima dentro de poco.

El pícaro gozque, como si entendiese el peligro en que se encontraban los suyos, o porque estuviese adiestrado también para jugar tales piezas, ello es que desde el comienzo de la danza no se entretenía sino en pasar y repasar, enredar y tropezarse entre los pies de los moriscos, derribando a muchos, embarazando a no pocos y procurando al fin la prisión de Muley, pues atravesándose muy al propósito a las espaldas del moro, cuando éste rompía en retirada, se enredó miserablemente y cayó en tierra, sin más poderse recuperar.

Cuando la señaló por la más bella nadie paró atención en ello, pues cada cual en su imaginación aprobaba lo mismo, y era fácil imaginarse que el gozque estaba ya adiestrado en el donaire; pero cuando la señaló también por estar de boda, y que como queriendo huir de ella y como buscando otra en quien hacer señalamiento, y no encontrándola, volvió a María, y la señaló definitivamente, el gozque dejó entonces escapar un gemido tan lastimoso, que erizó el cabello a todo el concurso.

ISIDORA. ¡Una hora! =(Con pena.)= Sesenta minutos me separan de la presencia de ese bruto. No le puedo apartar de mi imaginación. Es una pesadilla que me atormenta noche y día. ¡Cuándo despertaré de ese hombre!... Me parece que le veo entrar esta noche como todas. «Buenas noches» , buenas noches. «¿Dónde has estado? has salido...». Aquí de mi talento para inventar cosas. Yo no he gustado nunca de decir mentiras; pero desde que vivo con él me he adiestrado de tal modo en ellas, que las suelto sin pensar; se me ha desarrollado un talento para mentir... Pues te diré. Entra él; como entienda que he salido sin su permiso. ¡María Santísima!

Teniendo presente la experiencia del evangélico, Mac Sangley evitó con cuidado y paciencia el escollo sobre el cual, éste, poco adiestrado piloto, había hecho naufragar la fe reciente de la niña.

A más andar, corriendo y escarceando, llegó el adiestrado y entendido perro, trayendo entre sus dientes un listón de ciertos colores misteriosos.