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Muley, por el agradecimiento que le debe, y cuyo amor á la princesa Fénix está enlazado con el argumento del drama, hace cuanto puede para libertarlo, pero no lo consigue. Al fin llega la noticia que el rey Eduardo de Portugal ha dispuesto en su lecho de muerte que Ceuta sea entregada al punto, para rescatar al Infante del cautiverio.

El primo de María, Muley para los moriscos y don Fernando entre los españoles, como desdeñando de emplearse en tan frívolo pasatiempo, sirviéndole de arrimo una de las columnatas, no pensaba sino en sus proyectos, y sólo parecía asistir en la zambra por el ahinco con que derramaba a veces la vista en su hermosa María.

Muley hubo de reportarse de nuevo con la hospitalidad concedida por el tío al incógnito pasajero, y rabioso y despechado cuanto más se veía obligado al disimulo, se derribó otra vez sobre el arrimo de las columnas, atalayando como un neblí desde el cielo cuanto pasaba en derredor suyo.

El pícaro gozque, como si entendiese el peligro en que se encontraban los suyos, o porque estuviese adiestrado también para jugar tales piezas, ello es que desde el comienzo de la danza no se entretenía sino en pasar y repasar, enredar y tropezarse entre los pies de los moriscos, derribando a muchos, embarazando a no pocos y procurando al fin la prisión de Muley, pues atravesándose muy al propósito a las espaldas del moro, cuando éste rompía en retirada, se enredó miserablemente y cayó en tierra, sin más poderse recuperar.

Sin embargo, la autoridad de don Lope alcanzó el que Muley asistiese como prisión en la propia casa del alcalde, mientras él acallaba los unos y podía prestar favor a los otros.

Una profecía, de que esta expedición será desgraciada para Portugal, y otros presagios funestos, han infundido en los soldados inquietud, temor y tristeza; pero Don Fernando manifiesta al punto la grandeza de su alma y su confianza en Dios, disponiendo sus huestes para pelear contra los infieles, y haciendo prisionero á Muley, general enemigo.

No estaban ociosos en tanto los ruegos del amante, ni sus lágrimas escaseaban, ni sus encarecimientos disminuían; pero por más que representó don Lope el peligro de que fuese ella importunada por Muley, suplicada por Gerif y obligada por todos a cosa que aguase las esperanzas de entrambos, con todo, pudieron más en María las imaginaciones de ser mirada con menos valer que debiera por parte del padre de su amante y de su linaje orgulloso.

La planta de la empresa resuelta, pizca más pizca menos, de esta manera, don Lope cuidó de que Muley pudiese estar en libertad al momento preciso, y su confidente y escudero fué para armar a Mercado, alicionar a los criados y tenerlo todo a punto, como experimentado maese de campo.

Muley con los suyos me arrancará esta noche de los brazos de mi tío, quien no podrá o no querrá oponerse a tal violencia por amor a Muley y al ahinco con que desea conservar los derechos de nuestra familia. Dos galeazas tunecinas esperan para esta facción y rondan en los ancones de la playa.

"Para inflamar tu cólera te diré que a despecho del mundo tu amada será mi esposa; pero esto es poco para un árabe si no ve el color de la sangre de su rival. A la tarde espero estar libre y al anochecer verme contigo a la ribera opuesta del puente entre los árboles del bosque. Muley."