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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Gerif, aunque de intento no apremiaba en nada a María por los amores de Muley, con todo ello bien la demostraba el placer que habría viendo así unidos los últimos vástagos de los Granadas, como decían los cristianos, o de los Benezeritas, según los genealogistas árabes.
Muley, animado con su conducta, le abre su corazón y le cuenta que ama á la hija del rey de Marruecos, á la bella Fénix, y que teme que ésta, durante su cautiverio, sea obligada por su padre á dar su mano á otro.
Muley, prendado de las gracias de su prima, él mismo se la había destinado y nombrado de antemano para premio de sus anhelos y corona de su trabajo desde que diese el grito de independencia, conociendo al mismo tiempo que nada podría ejecutar más bien visto como este enlace para aficionarse más y más las voluntades de sus moriscos.
Cuáles fueran los pensamientos y contrarias resoluciones que estos acentos levantaron en los ya recelosos e inquietos corazones de las diversas personas del festejo, no es cosa que se sujetaría a fácil explicación: basta decir que María esperaba, que el soldado reía, que amenazaba Muley, que Gerif se inquietaba, el usurero temía, y que todos, ya curiosos, no ansiaban por mejor cosa que ver con los ojos aquella persona que tan bien halagaba los oídos con su canto y su destreza.
Dos espadas tan diestra y poderosamente manejadas pronto ladearon la victoria a la banda cristiana. Muley, a despecho de todos, contenía a los suyos, reparándose y mejorándose como más a cuento podía; pero un enemigo, con quien no contaba, le puso a la merced de sus contrarios.
Don Lope, aunque sin espada, manejaba la daga tan viva y diestramente, que en derredor de su persona parecía haber abierto ancho foso en cuanto alcanzaba su brazo armado, que le ponía a cubierto de los más briosos; pero el furor de Muley le estrechaba mucho, y su peligro crecía a cada instante.
¿Quién ha de ser dijo el usurero, que conociendo a su amo quería así ganarle sagazmente el ánimo , quien ha de ser, sino el noble caballero don Lope Zúñiga Dávalos Guzmán y Pacheco, heredero ricamente en estos contornos, señor de las villas de Alchor y Ferreyra, Merino que fué de la Reina, paje del Rey, comandante de tu tercio, querido del Emperador, y... no se oyó más; pues Muley, con un bote que tiró a don Lope, principió el estruendo más espantoso.
Y haciendo una breve pausa el soldado para dirigir la vista hacia donde aguzaba las orejas el gozque que al lado tenía, volviéndose con aire maligno y de triunfo a Muley, que le miraba con dos ascuas de vidrio que no con dos ojos, le dijo a éste riéndose: Hele ahí Muley.
De un salto se hubiera puesto a los pies de la hermosa el rendido caballero, si su voluntad no hubiera impedido un brazo vigoroso que le sujetó, así como sucedió el desmayo, y se preparaba para acercarse a la desmayada. ¿Quién sois vos? gritó con voz de tigre Muley . ¿Quién sois vos para venir a turbar los festejos de la gente principal, y poner asechanzas a las esposas de quien vale más que vos?
El camino de aquí a Ronda es corto, la priesa que nos daremos mucha, y si vos os tomáis el cargo de abrir un par de puntos a la cabeza medio bautizada de Muley, después mientras se emparcha y acuden los suyos, ya nosotros estaremos en salvo puerto, a no ser que encomendéis a la punta de vuestra espada visite bien visitado el pecho de ese jayán, y lo dejéis, y esto sería lo mejor, de manera que no piense en moverse de aquí hasta el día del juicio.
Palabra del Dia
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