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Cuando estaban en lo alto, al lado da la boca del receptáculo, los siervos forzudos las ordeñaban rápidamente con un aparato, arrojando la leche en el interior del enorme vaso de metal. Varios hombres tomaron el doble balancín del pistón para subirlo y bajarlo, impeliendo el líquido del interior.

¡Perdón!... ¡perdón!... ¡No quiero morir! El suboficial levantó el sable y volvió á bajarlo rápidamente... Una descarga. Freya se dobló, resbalando su cuerpo á lo largo del poste hasta quedar tendida en el suelo. Las balas cortaron las cuerdas que la sujetaban. Su sombrero, como si adquiriese una vida repentina, había saltado de la cabeza, yendo á caer unos cuantos metros más allá.

Pero ya Plutón había dado un salto prodigioso y antes que desapareciese la agarró por el brazo. No la alzó, sin embargo, sino que, teniéndola suspendida, él mismo se precipitó en el agujero, y con su agilidad de mono y adiestrado en bajarlo y subirlo, descendió con su carga velozmente, apoyándose con los pies en las escalerillas que su mano había tallado.

Luego se vio que desde el corredor alto tiraban un par de botas, luego un mantón... Bajarlo, hijas, bajarlo dijo desde el patio la Superiora, mirando hacia arriba y ya recobrada la serenidad con que daba siempre sus órdenes. Fortunata bajó un lío de ropa, y recogiendo las botas, se lo dio todo a Mauricia, es decir, se lo puso delante.

Cuéntase, que, en el momento de bajarlo del catafalco para depositarlo en la bóveda, se oyó en torno un profundo suspiro, como si España entera se despidiese para siempre de su gran poeta. Las ceremonias religiosas no concluyeron con ésta.

Me apenaba el tener que abandonarles aquel cristiano. Entonces pensé en bajarlo a uno de los departamentos del lazareto... Toda una tarde empleé en aquella triste faena, y le respondo a usted de que necesité valor... ¡Mire usted, caballero! Hoy todavía, cuando bajo a esta parte de la isla en una tarde de ventarrón, me parece llevar a cuestas el cadáver... ¡Pobre viejo Bartoli!

Con frecuencia, cuando yo era un colegial libre, subía corriendo ese sendero para bajarlo después en pocos saltos; á veces, también me aventuraba alejándome algo por el llano, hasta perder de vista el bosquecillo de la fuente; pero en un ángulo del camino me paraba sorprendido y sin aliento para ir más lejos. A mi lado veía abierto un abismo en forma de embudo, lleno de parras y zarzas enlazadas.

«El cosimiento de la corteza del arbol Agoyo tomándolo la muger que se le haya retenido el período, se consigue bajarlo. «Para el que tiene trastornado la memoria por causa de haber recibido mucho frío se tomara muchas frutas de Limoncito osua y se pone al fuego y cocido, se parte y se aplica á la cabeza del paciente y sanara.

Sentía la criminal tentación de coger algunos libros del «santo» y venderlos: de descolgar el Cristo ensangrentado y bajarlo al Rastro, para que sus primos lo comprasen. Tenía que hacer un gran esfuerzo para repeler estos pensamientos. El crucifijo sólo valía unos cuantos reales; los libros que el «santo» guardaba con tanta estima no servían, en su mayor parte, mas que de papel de envolver.

Me arrodillé y apliqué el oído a su pecho; pero antes de que pudiera cerciorarme de su muerte el chirrido de las cadenas del puente al bajarlo, y un momento después descansaba en su lugar contra el muro, del lado del foso en que yo estaba. Iba, pues, a verme cogido en una trampa, y el Rey conmigo, si todavía estaba vivo. Tenía que abandonarlo a su suerte.