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Yo carezco de su fe: no soy alemana y me repugna ser espía... Siento vergüenza al considerar mi vida actual; pienso todas las noches en el resultado de mis abominables trabajos; calculo el empleo que pueden dar á mis avisos y mis informes; veo los buques torpedeados... ¿Cuántos seres habrán muerto por mi culpa? Tengo visiones: mi conciencia me atormenta. ¡Sálvame!... No puedo más.

Me siento bien.... Solamente la debilidad me atormenta.... Y como he perdido enteramente el apetito, no puedo vencerla.... Vamos a ver, Iradier dijo encarándose de nuevo con el médico que estaba de pie frente a ella , de manera que usted se encargará de vigilar a las criadas y enfermeras para que nunca dejen de guardar las debidas consideraciones a las viejecitas ¿no es cierto?

Dos desgracias serían, que no creáis que mi desventurada señora pueda sobrevivir mucho a lo cruel de su desengaño: ella creía viendo lo que en vos veía, y cómo en sus ojos de amor agonizabais, que otra mujer que ella para vos no había en el mundo, ni otra gloria que la de Dios que sobrepujar pudiera en bienandanza a la gloria que vos gozabais enamorado por ella; y es tal y de tal manera la agonía que a mi señora atormenta y mata, que llamar ha mandado a un escribano, que hacer testamento quiere.

En la escena siguiente se desenvuelve esta lucha, que atormenta el alma del joven, cuando Ximena, que le habla desde un balcón, le hace oir la voz del amor, y la aparición del Conde lo exhorta al cumplimiento de su deber; la presencia de su anciano padre pone término á sus vacilaciones.

Mi primera pasión fue un perro ratonero. La verdad es que quien menos debía recriminar a Gloria por su alegría era yo. Sólo por una de esas aberraciones con que el sistema nervioso, excitado, nos atormenta, podía hallar mal una conducta que era el testimonio más convincente del entrañable amor que me profesaba.

Baudelaire es el autontimoroúmenos por excelencia, el rigor de las desdichas, el que se castiga y atormenta a propio como el más cruel de los fakires de la India.

¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta? ¿Cómo he de declararme impecable? Paco, ; la conciencia me acusa, pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme? No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia? Soy vanidosa, lo confieso.

ISIDORA. ¡Una hora! =(Con pena.)= Sesenta minutos me separan de la presencia de ese bruto. No le puedo apartar de mi imaginación. Es una pesadilla que me atormenta noche y día. ¡Cuándo despertaré de ese hombre!... Me parece que le veo entrar esta noche como todas. «Buenas noches» , buenas noches. «¿Dónde has estado? has salido...». Aquí de mi talento para inventar cosas. Yo no he gustado nunca de decir mentiras; pero desde que vivo con él me he adiestrado de tal modo en ellas, que las suelto sin pensar; se me ha desarrollado un talento para mentir... Pues te diré. Entra él; como entienda que he salido sin su permiso. ¡María Santísima!

Luego Fortuna les atormenta con esquiveces, les engolosina con veleidades, y tanto se hace desear, o pone tal precio a sus caricias, que algunos al conseguirla, echan de menos lo que inmolaron por gozarla. Unos le sacrifican la honradez, otros la fe; quién ahoga brutalmente la concienciar el que menos, pierde por ella la vergüenza.

Continuamente le atormenta la idea de que no le planchan los cuellos á la francesa, y la de que no toquen los barcos de las mensajerías en Manila. La probabilidad de tenerse que ir en un barco español y el ponerse un cuello planchado con morisqueta le hacen completamente desgraciado.