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Vos lo sabéis todo, don Francisco dijo la joven con anhelo. Lo , señora, y lo tanto, como que aún estoy dudando de ello. No os pregunto cómo lo sabéis, no tengo tiempo para nada, ni cabeza; me estoy muriendo; sobre vienen... Las culpas ajenas os premian. ¿Qué decís? ¡Si le amáis! ¡Dios mío! pero... yo hubiera vencido esta afición... ¿Y á qué vencerla?

El origen de su proceder era de tan difícil explicación, que ni ella misma podía justificarlo: estribaba en una preocupación casi pueril, meramente sentimental y supersticiosa; pero tan robustecida en fuerza de darle vueltas con el pensamiento, que no conseguía desterrarla ni vencerla.

Eso , ya estaba convencida, don Álvaro no quería vencerla por capricho, ni por vanidad, sino por verdadero amor; de fijo aquel hombre hubiera preferido encontrarla soltera. En rigor, don Víctor era un respetable estorbo.

Jaime seguía mirando al Ferrer con la irresistible atracción de la antipatía. Manteníase el verro silencioso y como distraído entre sus admiradores, que formaban corro en torno de él. Parecía no ver a los demás, fijos sus ojos en Margalida con una expresión dura, cual si pretendiese vencerla bajo esta mirada que infundía miedo a los hombres.

Te lo repito, Clarita: en nada de eso veo yo la obra del diablo; en nada descubro influencias sobrenaturales: todo es naturalísimo. Y si, como afirmas, la naturaleza es el pecado, bien es menester, ó que Dios nos medios sobrenaturales para vencerla, ó que nos perdone con muchísima generosidad cuando ella nos venza. ¿Dónde están esos sentimientos singulares que te perturban?

Me siento bien.... Solamente la debilidad me atormenta.... Y como he perdido enteramente el apetito, no puedo vencerla.... Vamos a ver, Iradier dijo encarándose de nuevo con el médico que estaba de pie frente a ella , de manera que usted se encargará de vigilar a las criadas y enfermeras para que nunca dejen de guardar las debidas consideraciones a las viejecitas ¿no es cierto?

El cantero rompe la piedra con su martillo, y al vencerla se envenena tragando el polvo en invisibles partículas; cada martillazo se lleva un fragmento de su vida.

Para Marcelo el alma era inmortal como su Creador, señora de misma; los hechos fruto de las ideas, y la verdad el resplandor de la revelación: para Luciano causas y efectos, hechos e ideas se confundían en el seno de la Naturaleza, deidad esquiva y desdeñosa, que no con oraciones, sino sólo con trabajo y estudio, se deja arrebatar los bienes: a Marcelo le bastaba el pensamiento para abismarse en la contemplación de lo divino hasta sentir en los arrobos del éxtasis la clara visión de Dios: Luciano creía que el destino del hombre es luchar con la materia, vencerla, y luego perderse confundido y sumado con ella para siempre.

Testigo de ello es Eduardo I, conquistador del pais de Gales, el cual hizo degollar á todos los Bardos de la comarca para consolidar su conquista, porque temia con razon que, mientras hubiese un arpa pulsada por ellos, mientras sus inspirados himnos resonasen en aquellas agrestes montañas, el recuerdo de la antigua libertad no moriría en sus habitantes, y que las armas serian impotentes para vencerla.

Sin duda eso me ha caído del Cielo respondí bajando los ojos hacia el suelo. Pero, en todo caso, amaría de diferente manera que vosotros. No me sumiría en el desaliento, no huiría vergonzosamente como lo haces , diciendo: «¡Más vale asíPondría para vencerla, todo el ardor de mi alma, para conquistarla, toda la fuerza de mis brazos.