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Esta mañana, durante el paseo, recordaba las veces que he estado aquí, y son seis, y he pensado que mi diario me es de mayor utilidad que a otras muchas personas, porque tengo poquísima memoria, y al mismo tiempo, porque gusto de ir recordando todo lo que me ocurre en diferentes circunstancias en que me voy encontrando; veo también, que no es de menor utilidad para mi alma.

Eran estas de cierto capitán de artillería, andaluz, de gran familia, arrogantísima figura y poquísima vergüenza, que había antecedido a Juanito Velarde en el puesto de confianza que a la sazón ocupaba este en la casa. Triunfante el gobernador, preguntó a Martínez si le parecía conveniente publicar aquellas cartas en los periódicos.

No podía mirar sin horror los tabiques de esteras, más propios para atentar a la decencia que para resguardarla, y el vocerío de tanta chiquillería ordinaria le atacaba los nervios. Por las tardes, casi al anochecer, solía bajar a Madrid, para visitar a alguna amiga o dar una vuelta por las tiendas conocidas. En estas había poquísima gente.

El empresario recibió muchas obras, donde se adjudicaban a la nueva artista papeles que requerían poquísima ropa, con lo cual la pobre muchacha se persuadió de que no eran su voz y su talento los que la iban sacando a flote, sino su belleza. Esta fue su primera desilusión.

Y su vida iba deslizándose allí tranquila y silenciosa, sin la menor señal ni indicio de que pudiese dejar rastro de en el trillado camino que la llevaba a su término: a una muerte obscura y no llorada ni lamentada de nadie, porque Fray Miguel, aunque no era antipático, no era simpático tampoco, se daba poquísima maña para ganar voluntades y amigos, y, al parecer, ni en el convento ni fuera del convento los tenía.

El suelo de Guajan mineralógicamente considerado, presenta poquísima importancia: sin embargo, algunos pozos se han abierto ante la presencia de capas carboníferas de mineral bastante bueno.

Cierto, ciertísimo, lector pío y discreto, que peca de inmoral y merece toda censura el autor que encomia a los ladrones y recomienda sus hurtos y los facilita; o el que protestando contra ellos y reconociendo su inmoralidad, traza, sin embargo, con buenas intenciones y poquísima prudencia, cuadros de peligrosa belleza, de tentación seductora, que ejercen sobre el lector incauto, y aun sobre el que por tal no se tiene, la atracción siniestra del abismo.

Entonces se precipitó y penetró en el zaguán. El farol, que lo alumbraba de diario, daba poquísima luz aquella noche. No bien entró D. Luis en el zaguán, una mano, mejor diremos una garra, le asió por el brazo derecho. Era Antoñona, que dijo en voz baja: ¡Diantre de colegial, ingrato, desaborido, mostrenco!

Diógenes, por el contrario, vivía en una modesta maison meublée, y sentábase de diario a la primera mesa que hallaba puesta, sin esperar a que le invitasen, por cierta especie de derecho de cuchara que garantía su poquísima vergüenza, por una tradición constante que la inveterada costumbre había convertido en ley escrita en las pandectas de la capigorronería madrileña.

Todo el siglo XIX ha transcurrido sin que una voz amiga se haya alzado en su favor entre nosotros, mientras que en otras capitales españolas va adquiriendo importancia y está llamada á adquirir más, pues por lo que respecta á la producción de la seda tan solo, como puede alcanzarse á poquísima costa, y como es muy apropósito para que á ella se dediquen las familias pobres, una vez que éstas sientan el estímulo de una ganancia anual de relativa importancia, se multiplicará el cultivo y con él los beneficios consiguientes.