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Estaba desatando los lazos de las trenzas... Quería ver otra vez tus cabellos sueltos. No hay espectáculo que me cause más placer. ¡Si es capricho, yo las desataré!... Aguarda dijo la niña, que estaba orgullosa, y con razón, de su pelo. ¡Oh, qué hermosura! ¡Esto es un prodigio de la naturaleza! exclamó Gonzalo, introduciendo en él sus dedos.

Al salir de casa de Barbacana, encontró el arcipreste en la cartería al juez y al escribano, y a la puerta a don Eugenio, desatando su yegua de una argolla y dispuesto a montar. Aguárdate un poco, Naya le dijo familiarmente, dándole, según costumbre entre curas, el nombre de su parroquia . Voy a ver los partes de los periódicos, y después nos largamos juntos. Yo tomo hacia los Pazos. Yo también.

Sobre las aguas obscuras se deslizaban como sudarios las velas de los pescadores huyendo mar adentro. Dos paladas vigorosas separaban su barca del pequeño muelle de rocas. Luego iba por las bordas desatando la vela, preparando las cuerdas, haciendo acostarse la embarcación sobre un flanco bajo sus férreas plantas.

Y Susana, sentada en la banqueta, con el codo sobre la tapa del piano, escuchaba atenta, sin perder uno del hilo de nimios detalles que el filósofo iba desatando, sin hacerse rogar mucho. La casa era así, con dos patios y tantas piezas, y arriba, el cuarto de Quilito; la habitación de la tía, de este lado; después del comedor, la del tío.

30 diciendo: Id a la aldea de enfrente; en la cual cuando entrareis, hallaréis un pollino atado, en el que ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo. Le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32 Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33 Y desatando ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?

Luego fué hasta su cabalgadura, desatando de la silla el lazo regalado por la hija de Rojas. Llevándolo en su diestra dió un rodeo á través de los matorrales, hasta venir á colocarse detrás del gaucho. Esta corta marcha le produjo intensos dolores. Varias veces las ramas espinosas se engancharon en su hombro herido.

Mientras Lucía sintió el peso de la mojada ropa y la prensión del calzado húmedo, mantúvose también muda y encogida, tiritando, creyendo escuchar aún el redoble de los truenos y sentir los picotazos de las múltiples agujas de la lluvia en sus mejillas. Poco a poco la suave influencia del calor fue desatando sus miembros entumecidos y paralizada lengua.

Al depositarlo sobre un tronco, con mucho cuidado, como si contuviese cosas frágiles, sonó en su interior un retintín metálico. La Mariposa suspiraba, como echando fuera el dolor de este sacrificio, y lentamente, sin dejar de mirar a lo lejos, con el temor de ser sorprendida, fue desatando los nudos del envoltorio.

De cuantas crueldades y tiranías y de cuantas muestras de grosero, torcido y falso celo religioso hizo y dió entonces un partido fanático por el afán de extinguir en España la civilización moderna y de retroceder á una edad de ignorancia y barbarie, que jamás existió y fué completamente soñada, más culpa que dicho partido fanático y servil tuvieron la Santa Alianza, los franceses que ejecutaron sus órdenes y casi toda Europa, abrumando con su peso al pueblo español y desatando las manos de Fernando VII para que, en premio de haber peleado por su trono, cargase á este pueblo de cadenas.

Pensaba luego D. Luis en la alteza soberana de la dignidad del sacerdocio a que estaba llamado, y la veía por cima de todas las instituciones y de las míseras coronas de la tierra: porque no ha sido hombre mortal, ni capricho del voluble y servil populacho, ni irrupción o avenida de gente bárbara; ni violencia de amotinadas huestes movidas de la codicia, ni ángel, ni arcángel, ni potestad criada, sino el mismo Paráclito quien la ha fundado. ¿Cómo por el liviano incentivo de una mozuela, por una lagrimilla quizás mentida, despreciar esa dignidad augusta, esa potestad que Dios no concedió ni a los arcángeles que están más cerca de su trono? ¿Cómo bajar a confundirse entre la obscura plebe, y ser uno del rebaño, cuando ya soñaba ser pastor, atando y desatando en la tierra para que Dios ate y desate en el cielo, y perdonando los pecados, regenerando a las gentes por el agua y por el espíritu, adoctrinándolas en nombre de una autoridad infalible, dictando sentencias que el Señor de las Alturas ratifica luego y confirma, siendo iniciador y agente de tremendos misterios, inasequibles a la razón humana, y haciendo descender del cielo no como Elías, la llama que consume la víctima, sino al Espíritu Santo, al Verbo hecho carne y el torrente de la gracia que purifica los corazones y los deja limpios como el oro?