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Y en ese momento, cuando Bettina desesperada, lucha contra la tempestad, con su zapato de raso celeste que se entierra en la arena mojada, en ese momento el viento le trae el eco lejano de un toque de trompetas. ¡Es el regimiento que sale! Bettina toma una gran resolución: abandona el paraguas, levanta el zueco, vuelve a atárselo mal o bien, y parte corriendo con un diluvio en la cabeza.

Sintió que en su corazón nacía un algo que la impulsaba hacia la vida activa, persuadiéndola a que dejase por algún tiempo las dulzuras de la contemplación por los dolores de la lucha, el reposo, por el trabajo, el encanto de la soledad por el tumulto; escuchó, como la esposa del sagrado Cantar, una voz que le decía: «Ábreme, hermana mía, amiga mía, mi paloma, mi inmaculada; porque mi cabeza está llena de rocío y mi cabellera mojada por las gotas de la nocheVio claramente que su Jesús padecía por las injusticias de los hombres y que demandaba su concurso, que le pedía una nueva prueba de amor arrancándola al bienestar que disfrutaba y arrojándola en medio de los huracanes del mundo.

¿Qué se hace? ¡Qué poco meditan sobre esto los legisladores que condenan al escritor, como se condena al malhechor ó al vago! ¡Ay! La tierra que pisa ese hombre, el palmo de tierra donde pone su planta, esa piedad que debe á la creacion, está mojada de su sudor y de su sangre. ¿Quereis que á eso se junte la argolla del presidio? ¿Tambien ha de comer la vitualla en el patio inmundo de una cárcel?

La esposa infiel dio un grito y desplomándose cayó a sus pies sin sentido. Aquel recibimiento inesperado la hirió como un rayo. Don Germán se apresuró a levantarla, la colocó sobre un sofá y con una toalla mojada roció sus sienes. Luego le hizo oler un frasco de esencia. Elena tardó poco en abrir los ojos.

Reniego de la ciencia que inventa medios de destrucción declaró con gesto elocuente el Marqués . Por las vías diplomáticas pudieran las naciones resolver todas sus querellas. ¡La guerra! ¿De qué sirve la guerra? ¿Vale la pena de que perezcan miles de seres humanos por una cuestión que podría arreglarse con un pedazo de papel y una pluma mojada en tinta, puesta en manos de alguna persona que yo me ?

Los pasajeros vieron abajo una ancha cubierta mojada por el oleaje, unos cuantos hombres con impermeables, la boca de una chimenea que cesó de arrojar humo, y las luces de varios faroles. Una escala de cuerda cayó desde el trasatlántico y un hombre gateó por sus travesaños. A los pocos minutos sonaron en lo alto del buque los timbres de señales para las máquinas.

En la calle de la Ruda tuvo que agarrarse del brazo de Isidro para poder andar sobre el asfalto resbaladizo, cubierto de hojas verdes, paja mojada y escamas de pescado. Mujeres de delantal mugriento, abombado por la voluminosa panza, pregonaban el buen repollo y la fresca escarola.

Brillaban sus ojos de vidrio, como si lagrimeasen de emoción contestando a las aclamaciones de los fieles, y a este brillo uníase el centelleo de las joyas que cubrían su cuerpo, formando una nueva armadura de oro y pedrería sobre la de terciopelo bordado. Eran centenares, eran tal vez millares. Parecía mojada por una lluvia de gotas luminosas, en las que flameaban todos los colores del iris.

Allí me esperaba la dueña de la casa en su ataúd clavado y entre cuatro cirios. Cerca de ella había una religiosa pasando las cuentas de un rosario. La religiosa me entregó una rama de boj mojada en agua bendita, y yo sacudí gravemente unas cuantas gotas, en señal de bienvenida, sobre el ataúd forrado de lana blanca.

Desquitábase cuando una que otra vez, muy rara, le consentían llevarla a la Granja. Allí se pasaba las horas en éxtasis, teniéndola sobre sus rodillas, acariciándola frenéticamente. La niña se había acostumbrado a estas violentas expresiones de cariño y las agradecía. A veces sentía su cabecita blonda mojada por las lágrimas de su amigo.