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No, Esteban; el amor a los hijos y la conmiseración para sus faltas deben estar por encima de todas las preocupaciones. Esa vida eterna del alma, promesa mentida de todas las religiones, sólo es una verdad por los hijos.

No; no está su envidiable superioridad en los respetos sociales, ni en la estimación pública, que, aunque aparente y mentida, es poderoso elemento de felicidad, porque hace que todos les guarden consideraciones y respetos; ni está en la tranquilidad de una vida sin afanes, que también los tiene el rico, y grandes y terribles, sino en la noble entereza que les da el dinero para rechazar los ultrajes, para no pedir a nadie favores ni indulgencia con mengua del propio decoro.

Acaso ¡ay Dios! profanen mi memoria al ver que no les dejo por herencia más que mis sueños de mentida gloria y el terrible luchar de la existencia... ¡Oh! que crees y que en Dios confias, que sabes rezar, madre adorada, dime, por Dios, una oracion; aprenda yo de tus labios, como en otros dias, una plegaria que la apagada haga en renacer... Pero es en vano.

Dorotea era violenta; tenía, como la mayor parte de las gentes poco instruídas de aquel tiempo, ideas sumamente supersticiosas; ya, por alguno de sus amantes, la había visto el bufón recurrir á los medios reprobados de bebedizo, de los conjuros, de las hechicerías; si la superstición de Dorotea llegaba hasta el punto, como no era difícil, de querer adquirir la mentida ciencia de la adivinación y de los sortilegios, podía suceder que la Inquisición, implacable con todo lo que tendía á empañar la fe de la religión, se apoderase de ella.

Manuel la abrazó con fuerza, como quien se apodera de algo propio largamente codiciado, y ella se dejó estrechar sin sustraerse al legítimo halago. ¿Pero qué engaño ha sido este? preguntó él, trémulo de gozo, viendo su rostro sin la menor señal de la mentida enfermedad. Quise saber repuso ella hasta dónde llegaba tu cariño. ¿Pero y tus ojos y tu ceguera?

Las muchachas reían sin motivo, se pellizcaban, tropezaban unas con otras, se amontonaban, y al pasar los grupos de obreros crecía la algazara; había golpes en la espalda, carcajadas de malicia, gritos de mentida indignación, de falso pudor, no por hipocresía, sino como si se tratara de un paso de comedia.

Acongojose con esto doña Guiomar, y al suelo viniera traspuesta, si no la sostuviera en sus brazos su fiel doncella Florela; y cuando todo pasó y renació el silencio y tornó la calma; bañados en lágrimas los dulces ojos y la bella color mudada, dijo a Florela con una voz en que se entendía claramente lo que en su alma había de temor y de esperanza: ¡Ay, amiga Florela, que si esto es amor, a Dios pluguiera que nunca hubiera yo amado en mi vida! ¿y quién había de decirme a que a tal punto había de traerme un hombre a quien no más que tres veces he visto, y aun así como sombra que pasa, o mentida imagen de un sueño, que al despertar se pierde?

Pero nadie debe extrañar que allá en mis horas de sueño imagine que dentro de algunos años la Europa, fatigada de tanta exageración, tanta deformidad, tanta mentida originalidad, volverá sedienta á beber el agua cristalina del arte heleno.

O cuan con diferente serenidad de rostro, hijo de la paz y gozo del corazón, vió Roma tal día como éste entrar al apóstol San Juan en la tina de óleo hirviendo; de aquella con que miraba Mallorca, que se acercaban al brasero los tres pertinaces a pesar de su mentida afectación? Córrome de tan soberano cortejo.

Cuanto mayor fuera el celo que desplegara al acusar a éste, cuando su inocencia parecía ya demostrada, tanto más naturalmente se habría creído que sólo un odio ciego lo animaba, y su amor por la Condesa habría sido la explicación de ese odio, de su deseo de venganza! ¡La confesión de la Natzichet había hecho olvidar su pasión y le permitía hasta evitar el mencionarla de nuevo; pero para proclamar mentida aquella confesión, debía intervenir aún más activamente que antes, insistir en el sentimiento que lo había unido a la Condesa, exponerlo a las sospechas profanadoras!... ¡; mas, para evitar tan intolerable daño, debía calladamente admitir la inocencia de Zakunine!... ¡Y ante esa idea se sublevaba todo su ser: ¡no! si había un culpable era él! ¡Nadie más que él podía serlo!...