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Un viento frío recorrió la sala é hizo vacilar las azuladas llamas de las lámparas sepulcrales. Los más incrédulos se estremecieron. Yo soy Imuthis, contestó la cabeza con voz sepulcral pero estrañamente amenazadora; nací en tiempo de Amasis y fuí muerto durante la dominacion de los Persas, mientras Cambyses volvía de su desastrosa espedicion al interior de la Lybia.

Al concluir el secretario del conde de M... la lectura del manuscrito, reinó un sepulcral silencio que al fin hubo de romper el conde para decir: Ya ven ustedes ahora cuál es el amor del cual se muere y cuál es aquél que no consigue matarnos.

¡Cuán dominante misterio desprendían para él los sitios obscuros de la iglesia, aquellas capillas graves, aquel ábside pardo y polvoriento donde siempre reinaba una penumbra sepulcral! Los años se amontonaban allí dentro, unos sobre otros, insensiblemente, como hojas de un infolio.

Pero como había cobrado su dinero, de lo que estaba muy contento, como se había reintegrado, sabía contener su curiosidad, que dejaba paso a la más exquisita prudencia. Allá ellos, se decía, y seguía callando. Rompió el silencio Bonis, diciendo con voz sepulcral: Si usted hiciera el favor de mandar que me sirvieran un vaso de agua. Con mil amores.

Pasaba las noches enteras sin poder conciliar el sueño. Comenzaron a darle algunos ataques de disnea. Todo hacía presagiar un próximo y funesto desenlace. En aquellos días se operó una crisis interesante en el espíritu atormentado del P. Gil. El materialismo pesaba como una losa sepulcral sobre su corazón.

Un soplo helado, un olor peculiar de moho y podredumbre, un verdadero ambiente sepulcral se alzaba del suelo lleno de altibajos, rehenchido de difuntos amontonados unos encima de otros; y entre la verdura húmeda, surcada del surco brillante que dejan tras el caracol y la babosa, torcíanse las cruces de madera negra fileteadas de blanco, con rótulos curiosos, cuajados de faltas de ortografía y peregrinos disparates.

Una noche sintió pasos muy quedos cerca de su cama; luego un aliento helado sobre el rostro, al par que una voz sepulcral murmuraba en las tinieblas: «¡Qué frío tengoEncendió la vela creyendo que sería la criada que en el mismo cuarto dormía; pero al ver á ésta reposando tranquila, se puso á rezar con toda calma por el ánima cuya visita acababa de recibir.

Pues Joaquín nos estaba contando el cuento de más chispa que... ¡Melín es un animal! interrumpió una voz seca. Un cuadrúpedo añadió otro, en tono sepulcral. Y el silencio volvió a reinar después de estas declaraciones. El viejo miró rápidamente en torno al grupo. Luego, su cara se transformó poco a poco.

Sólo se oía hacia la parte del gabinete el quejido metálico de los rodajes del reloj, y un silencio sepulcral reinaba en el espacio a cada interrupción del diálogo. Diríase que los objetos escuchaban. Has vivido siempre apartado de nosotros prosiguió Pepe y no sabes que el amor que une a los tuyos es más fuerte que el delirio de vuestra fe.

El pobre viejo se sintió presa de un violento golpe de fiebre: quiso recapacitar y no pudo; los más horribles pensamientos cruzaron por su imaginación; perdido siempre en la habitación, volteó dos o tres muebles, tuvo miedo, se le aflojaron las piernas y cayó desfallecido sobre el piso. Un silencio sepulcral reinaba en las habitaciones, tan profundo, como en la obscuridad que lo rodeaba.