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Madrid, Sevilla, Barcelona... París, la capital que usted quiera, ¿pasa de ser una jaula más o menos grande, mejor o peor fabricada, en la cual viven los hombres amontonados, sin espacio en qué moverse ni aire puro que respirar?... ¡Ocupaciones!... ¡La ocupación del negocio, la ocupación del café, la ocupación del paseo, la ocupación de la calle, la ocupación del Casino, o del teatro, o de la Bolsa...! Yo no digo que algunas de estas ocupaciones y otras muchas de los mundanos no sean útiles y necesarias para los fines de la vida, de lo que se llama vida de los pueblos y de las naciones; pero niego que, con excepciones muy contadas, sea cómodo, vario y entretenido nada de ello para la vida espiritual en naturalezas como la mía y otras muchas... incluso la de usted añadió, volviendo a sonreírse, si tuviera yo la fortuna de hacerle percibir la infinita variedad de encantos y de aspectos que se encierra y se contiene en esto que, a las primeras ojeadas de un profano, sólo parece un hacinamiento enorme de peñascos y bardales.

Los alemanes, amontonados en Grand-Fontaine, huían en bandadas hacia Framont, unos a pie, otros a caballo, aligerando el paso, arrastrando pesados cajones, arrojando las mochilas y mirando para atrás, como si temieran que los franceses les fueran a los alcances.

Ni siquiera llega a enterarse de que su vida transcurre entre millones y millones de ascendientes que están amontonados a pocos pasos de él y le espían y dirigen. Obedece ciegamente sus tirones, sin saber dónde termina el cabo de la cuerda amarrado a su alma; cree todos sus actos ¡pobre autómata! producto de su voluntad, cuando no son más que imposiciones de los omnipotentes invisibles.

Por un callejón que entonces era intransitable por lo pendiente, y hoy es inaccesible porque forma ángulo recto con la bóveda celeste, echaron nuestros personajes á paso de carga, y no se detuvieron hasta llegar á una pequeña barraca, incrustada entre un murallón de San Felipe y otro del Cristo de la Catedral, en cuyo estrecho recinto se veían amontonados diversidad de objetos, clasificados con la mayor escrupulosidad, y todos de la especie de los que ya Pipa había recibido de manos del neófito.

Tan grande fué el número de cristianos muertos, que á los pocos meses quedó colmada de cadáveres la angostura, siendo tal el horror y la pestilencia que difundian los esqueletos y sangrientos despojos amontonados, que se convirtió aquella tierra en un espantoso desierto de muchas millas á la redonda.

Ni en la sacristía, ni en la capilla, había más luz que la escasa claridad que penetraba por cúpulas y ventanas, y al principio nada pudimos distinguir; pero, a poco, la trémula luz de la linterna nos hizo ver que todos los objetos de plata, absolutamente todos, se hallaban amontonados bajo el coro, cercando, aprisionando en el rincón, a don Guadalupe Robles, quien, con el cuerpo echado para atrás, como reculando, extendía ambos brazos contra los muros de aquel ángulo de la capilla.

No aprobó Benina el cambio de domicilio, porque allí, según había oído, vivían en grande estrechez e incomodidad los pobres, amontonados y revueltos en cuartuchos indecentes; pero él insistió, dolorido y melancólico, asegurando que quería estar mal, hacer penitencia, pasarse los días yorando, yorando, hasta conseguir que Adonai ablandase el corazón de la mujer amada.

Si se exceptúa esa galería fantástica de Dante, en que los tipos más sorprendentes y más extraordinarios están amontonados con una profusión espantosa, como en el Juicio Final de Miguel Angel, los italianos han sido raramente creadores.

Finalmente, sólo lo vieron los emigrantes amontonados en la popa, destacándose la bandera del Goethe sobre la pirámide blanca de su velamen.

Al recordar las canteras de trabajo rudo y aquellas chabolas, donde dormían amontonados los hombres, digiriendo con tragos de agua roja las cucharadas de alubias con tocino, sentían la voluptuosidad del egoísmo.