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Actualizado: 11 de junio de 2025


Miss Craven le vió alto, fornido, de arrogantes movimientos, tal como lo había contemplado muchas veces en los films, pero con la cara pintada de blanco, lo mismo que un Pierrot. La luz lívida y sepulcral de los tubos de mercurio exigía esta pintura de artista de circo.

He aquí, tirano, el enemigo que sofocaste entre nosotros. He aquí el vellocino de oro que tratamos de conquistar. He aquí cómo la Prensa de Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile y Corrientes, va a turbar tu sueño en medio del silencio sepulcral de tus víctimas; he aquí que te has visto compelido a robar el don de lenguas para paliar el mal, don que sólo fué dado para predicar el bien.

Mirando instintivamente por la ventana entreabierta, pues era verano, el joven ministro vió á Ester y á Perla en el sendero que atravesaba el recinto sepulcral. Perla lucía tan bella como la luz de la aurora, pero se encontraba precisamente en uno de esos accesos de alegría maligna, que cuando se presentaban, parece como que la segregaban por completo de todo lo que era humano.

Allí, la luz de la luna al pasar por los cristales del techo, daba a toda la sala desconcertante aspecto de cueva sepulcral. ¡Qué transformación la de aquella alcoba donde había pasado tantas horas lascivas e indolentes! La puerta que daba al salón de los divanes no estaba del todo cerrada. ¡Con qué valeroso contento advirtió, hacia el rincón obscuro, el trazo de luz!

¿No te ha dicho que ibas a tener pronto una mamá? articuló el brigadier cada vez más turbado. murmuró sordamente el niño. ¿Y qué te parece a ti de eso, Miguel?.... Silencio sepulcral por parte de éste. Vamos, ven aquí, tonto, ven aquí le dijo con voz cariñosa; y metiéndole de nuevo entre sus rodillas, comenzó a besarle con afán.

El clima de la gran ciudad no debía favorecerla precisamente, pero había llegado ya al punto en que el médico no niega nada a su enfermo. Vio Roma y creyó entrar en una vasta necrópolis. Aquellas casas desiertas, los palacios vacíos y las grandes iglesias en las que se ve de espacio en espacio un fiel arrodillado, tomaron a sus ojos una fisonomía sepulcral.

¡Oh! caballero exclamó esta deteniéndose y clavando en él sus ojos que brillaron como las últimas ascuas de un hachón sepulcral , ¿no es muy triste ver tanta cosa muerta en derredor nuestro, y sentir ese frío del alma que dan las memorias marchitas, cuando pasan? Hacen un murmullo triste como el remolino de hojas secas, y dan escalofríos como la llovizna de otoño ¿No es verdad, no es verdad esto?

En la muchedumbre reinó por breves instantes silencio sepulcral; mas así que se cerró la portezuela, levantose nuevamente un insufrible clamoreo. El coche arrancó y emprendió la marcha lentamente; el piquete formó la escolta; los guardias procuraban hacer calle, dejando acercarse al carruaje solamente a los cofrades de la Paz y Caridad.

Llorais porque sus rubias cabezas inclinaron Sobre la fria almohada del lecho sepulcral, Y cual mortales tristes al sueño se entregaron, Y ángeles despertaron del coro celestial? ¡Oh! no sabeis sin duda que la alta Providencia Para su dicha eterna tal vez lo quiso así, Para salvar del mundo su cándida inocencia Que atropellar pudiera del vicio el frenesí.

La niña levantó nuevamente su regordete y blanco brazo, cuyo seductor contorno realzaba un brazalete modelo, chillón y macizo regalo de uno de sus más humildes admiradores, que llevaba gracias a la solemnidad del día. Reinó un silencio sepulcral.

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