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Al llegar al salón se unieron á los tres varones que escuchaban inmóviles y apenas Elena hubo lanzado la última nota de su romanza, el italiano empezó á aplaudir y á dar gritos de entusiasmo. Canterac y el oficinista, por no ser menos, prorrumpieron igualmente en manifestaciones de admiración, expresándolas cada uno con arreglo á su carácter.

Pero cuando dijo el Corregidor a Costanza que entrase también en el coche, se le anubló el corazón, y ella y la huéspeda se asieron una a otra, y comenzaron a hacer tan amargo llanto que quebraba los corazones de cuantos le escuchaban.

Que si la fuerza de ambos es idéntica se neutraliza y quedan en reposo; si la del uno es mayor que la del otro, el primero consigue arrastrar al segundo... Yo espero, señores, que en el presente caso sucederá lo último... La sonrisa de Sánchez se hizo aún más dulce. Sus ojos opacos, benignos, pasearon una mirada por los circunstantes, que le escuchaban con la boca abierta.

Ya lo anuncié yo decía con suficiencia en los corrillos del atrio del Casino, donde le escuchaban por su condición de militar . El kaiser ha aglomerado en Francia todas las tropas que tenía en Rusia. ¿Quien no esperaba esto?... Y los nuestros son indudablemente inferiores en número.

La poderosa emoción aplacó todos los rumores. Aquellos infelices, que antes de dos o tres horas formarían horroroso amasijo de cuerpos carbonizados, subían a la jaula y escuchaban sus sentencias, unos impasibles, otros enloquecidos por el terror y haciendo temblar en la mano la vela verde encendida. Gulinar fue arrastrada como una muerta; el espanto la hizo abjurar de sus creencias.

De las lomas que rodeaban el camino salían multitud de disparos de los alzados, y por todas partes las fuerzas del comandante Castillo escuchaban tiros.

El buen Pep, satisfecho de poder fingir una bravura sin límites a costa del respeto de los pretendientes de su hija, amontonaba bravata sobre bravata, hablando de matar al que faltase a lo convenido, mientras los atlots le escuchaban con la vista humilde y una mueca de ironía debajo de la nariz. El trato quedó cerrado. El jueves próximo sería la primera velada en Can Mallorquí.

¡Cuánto sueño de gloria! ¡Cuánta esperanza despiertan en mi mente los acordes de la guitarra! La luna se esparcia sobre la playa, el mar, dormido, con su blando arrullo la acariciaba, y léjos, de la brisa vagando en alas, se escuchaban los sones misteriosos de la guitarra.

Los neófitos, que escuchaban con asombro sus profecías de riqueza, parecían dudar de repente.

He aquí el caso continuó Pierrepont, mientras las señoras escuchaban con verdadero estupor . Todo el mundo se ocupa del retrato de miss Nicholson que Fabrice acaba de terminar... una obra maestra según dicen... la baronesa Grèbe está encaprichada de tener uno también... pintado por la mano del grande artista... pero según parece... está recargado de trabajo... rehusa clientela... hay que aguardar turno... hacer antesala... y yo quisiera uno... un retrato... de la mujer de mi joven amigo... por intermedio, repito, de la señora Fabrice.