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Comieron regalada y sumptuosamente, y después de comer contó Carriazo a su padre cómo por amores de Costanza don Tomás se había puesto a servir en el mesón, y que estaba enamorado de tal manera della, que sin que le hubiera descubierto ser tan principal como era siendo su hija, la tomara por mujer en el estado de fregona.

Habiendo salido aquel día Costanza con una toca ceñida por las mejillas, y dicho a quien se lo preguntó que por qué se la había puesto, que tenía un gran dolor de muelas, Tomás, a quien sus deseos avivaban el entendimiento, en un instante discurrió lo que sería bueno que hiciese, y dijo: Señora Costanza, yo le daré una oración en escrito que a dos veces que la rece, se le quitará como con la mano su dolor.

Dio ocasión la historia de la fregona ilustre a que los poetas del dorado Tajo ejercitasen sus plumas en solenizar y en alabar la sin par hermosura de Costanza, la cual aún vive en compañía de su buen mozo de mesón, y Carriazo ni más ni menos, con tres hijos, que sin tomar el estillo del padre ni acordarse si hay almadrabas en el mundo, hoy están todos estudiando en Salamanca; y su padre, apenas vee algún asno de aguador, cuando se le representa y viene a la memoria el que tuvo en Toledo, y teme que cuando menos se cate ha de remanecer en alguna sátira elDaca la cola, Asturiano! ¡Asturiano, daca la cola!"

Uno de los dos ancianos llamó aparte a una de las dos mozas gallegas, y preguntóle cómo se llamaba aquella muchacha hermosa que habían visto, y que si era hija o parienta del huésped, o huéspeda de casa. La Gallega le respondió: La moza se llama Costanza; ni es parienta del huésped ni de la huéspeda, ni lo que es.

¡Ta, ta! replicó Carriazo . A me maten, amigo, si no estáis vos con más deseo de quedaros en Toledo que de seguir nuestra comenzada romería. Así es la verdad respondió Avendaño. En estas pláticas llegaron a la posada, y aún se le pasó en otras semejantes la mitad de la noche. Durmió el que pudo hasta la mañana, la cual venida, se levantaron los dos, entrambos con deseo de ver a Costanza.

Salió, en esto, Costanza, tan hermosa, aunque rebozada, que si pudiera recebir aumento su hermosura con algún accidente se pudiera juzgar que el sobresalto de haber visto en el papel de Tomás otra cosa tan lejos de la que pensaba había acrecentado su belleza.

Y al momento fué a avisar al Corregidor de lo que pasaba, y de como estaban dos caballeros en su posada, que venían por Costanza. Acababa de comer el Corregidor, y con el deseo que tenía de ver el fin de aquella historia, subió luego a caballo y vino a la posada del Sevillano, llevando consigo el pergamino de la muestra.

Estas fueron las primeras razones que Tomás dijo a Costanza y Costanza a Tomás en todo el tiempo que había que estaba en casa, que ya pasaban de veinticuatro días.

En resolución, dándome cuatrocientos escudos de oro y abrazando a mi mujer con tiernas lágrimas, se partió, dejándonos admirados de su discreción, valor, hermosura y recato. Costanza se crió en el aldea dos años y luego la truje conmigo, y siempre la he traído en hábito de labradora, como su madre me lo dejó mandado.

Haz la burla que de quisieres, amigo Lope; que yo que estoy enamorado del más hermoso rostro que pudo formar la naturaleza, y de la más incomparable honestidad que ahora se puede usar en el mundo. Costanza se llama, y no Porcia, Minerva o Penélope.