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El bufón desapareció. El carcelero cerró la puerta. Montiño, inmóvil, con los escasos cabellos erizados de horror, se quedó en el sitio donde le había dejado el bufón, murmurando: ¡Desdichado de ! para librarme del castigo de ese crimen que no he cometido, me veo obligado á cometer un crimen horroroso. ¿Y quién será esa persona que quieren que mate yo?

Vi los trajes, el dinero y las comodidades, y no vi al hombre. Poco a poco se me fue dando a conocer el hombre. Principió por escatimarme los gastos. Cada día me parecía la vida más triste y él más horroroso. Y no lo digo por su cara, que no es mala, aunque de un tipillo afeminado que no me gusta. ¿Le conoces?

Ella envuelve, penetra, traslada, transforma la Naturaleza. ¡En qué desierto horroroso, en qué selva sombría no vamos á buscar las aguas que brotan del centro de la tierra! ¡Qué culto más supersticioso no profesamos hacia esos temibles manantiales que nos traen las escondidas virtudes y los espíritus del globo!

Aquella súplica, o más bien que súplica mandato de huir con él, se me clavó en el pensamiento como una espina. No dormía, no vivía, no pensaba más que en aquello. Me parecía un delito horroroso: echaba de esta idea y cuando me encontraba sin ella salía volando a buscarla, porque sin ella no podía vivir... No creas que aborrecí la devoción, al contrario.

Su mujer trataba de reconocerle, echando en él la sonda de la curiosidad cuyo plomo eran los celos; pero el Delfín guardaba sus pensamientos muy al fondo y cuando advertía conatos de sondaje, íbase más abajo todavía. Estaba el pobre Juanito Santa Cruz sometido al horroroso suplicio de la idea fija.

La poderosa emoción aplacó todos los rumores. Aquellos infelices, que antes de dos o tres horas formarían horroroso amasijo de cuerpos carbonizados, subían a la jaula y escuchaban sus sentencias, unos impasibles, otros enloquecidos por el terror y haciendo temblar en la mano la vela verde encendida. Gulinar fue arrastrada como una muerta; el espanto la hizo abjurar de sus creencias.

El general contestó Malespina , sostuvo un horroroso fuego contra el Defiance y el Revenge. Le auxiliaron el Neptune, francés, y el San Ildefonso y el San Justo, nuestros; pero las fuerzas de los enemigos se duplicaron con la ayuda del Dreadnoutgh, del Thunderer y del Poliphemus, después de lo cual fue imposible toda resistencia.

Verse ante las hediondeces de la carne abierta, contemplar el chorreo de la sangre, resultaba horroroso para ella, que había experimentado siempre una repugnancia invencible ante las bajas necesidades de la vida ordinaria. Pero sus vacilaciones eran cortas: una energía varonil la animaba de pronto.

Cuando entramos en Valdepeñas, el espectáculo de la población era horroroso. Parece increíble que los hombres tengan en sus manos instrumentos capaces de destruir en pocas horas las obras de la paciencia, de la laboriosidad, del interés, fuerzas acumuladas por el brazo trabajador de los años y los siglos.

Las olas de fuera, agitadas por el Levante, saltaban por encima del estrecho istmo para abrazarse con las olas de la bahía. Los bancos de arena eran arrastrados y deshechos, desfigurando la angosta playa; el horroroso viento se llevaba todo en sus alas veloces, y su ruido nos permitía formar idea de las mil trompetas del Juicio, tocadas por los ángeles de la justicia.