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Después de esto, don José siguió preguntando a los médicos que habían hecho la cura en la plaza. Pasado su primer aturdimiento, mostrábanse éstos más optimistas.

Las minas se empobrecían. Los optimistas las daban vida para veinte años: los más crédulos llegaban hasta treinta. Pero después vendría el agotamiento, la nada; la montaña pelada, con su esqueleto calcáreo al descubierto, sin guardar el más leve harapo del manto que la había cubierto durante siglos, más rico que el de muchos dominadores de la tierra.

Es mocha... mocha... murmuraba el ciego volviendo su rostro hacia el suelo. No es tanto observó la otra, queriendo engañar su pena con ideas optimistas . ¿Quién no tiene un duro? Un duro, amigo Almudena, lo tiene cualquiera... Con que ¿puedes buscármelo , o no?».

Estas palabras de mi docto amigo me sugieren una idea luminosa y salutífera. Seamos optimistas y pesimistas alternativamente. Las cosas, aunque no crea uno en el determinismo feroz que nos arrastra al vicio y hasta al crimen, y aunque no vea uno siempre desolación y dolor en torno suyo, no están por eso todo lo bien que sería de desear.

Estas poco optimistas cavilaciones las supuse inducidas por el pastel que todavía tenía en el estómago, de manera que me levanté y dije a Ingomar que me mostrara la habitación, pues quería acostarme. Siguiendo al terrible bárbaro, que blandía una vela de sebo encendida, subí por la escalera arriba, hacia mi cuarto.

Mefistófeles tiene además el mérito de ser el diablo fino de nuestra edad, el diablo que corresponde a un Dios benévolo, el diablo de los optimistas y de los progresistas pacíficos y por medios lentos y legales.

Algunos, más optimistas, creían que en el primer tren iba á llegar un nuevo ingeniero director, como si al gobierno de Buenos Aires le fuese imposible vivir si no reanudaba los trabajos inmediatamente. El Gallego y otros españoles hacían apuestas sosteniendo que su compatriota don Manuel Robledo, al que respetaban como una gloria nacional, sería el designado para la nueva dirección.

Algunas cigarreras optimistas se atrevieron a indicar que acaso Sobrado se casaría, o por lo menos reconocería lo que viniese. , ... ¡esperar por eso, papalanatas! ¡Ahora se estará sacudiendo la levita y burlándose bien! No sabes... yo no quiero que ella lo oiga, ni lo entienda decía la Comadreja a Guardiana , pero ese descarado ya vuelve a andar tras de la de García.

Toda aquella tarde dominaron en el espíritu de la joven las ideas optimistas, porque él se dejó decir algo de su herencia, de tierras e hipotecas en Molina de Aragón, asegurando que sus viñas podían darle tanto más cuanto. Por la noche avisaron para que les trajeran café, y vino el mozo de la Paz con él. Olmedo y Feliciana entraron de tertulia.

No es otra cosa que un testimonio claro de la imperfección de nuestra existencia planetaria y del amor al ideal que todo hombre lleva dentro de sin verlo jamás realizado. Después de habernos así mostrado filósofos y optimistas, prosigamos nuestra narración. Llegó el día del matrimonio. Efectuóse de madrugada dentro de la misma casa de Belinchón, con asistencia de algunos parientes y amigos.