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Actualizado: 3 de junio de 2025
A ver si hacía allá una vida más seria y remediaba sus locuras. El marido aprobaba la cordura conyugal con afirmaciones optimistas. Tenía la certeza de que Fernando iba a triunfar: su tío le aguardaba allá, y era hombre que podía ayudarle mucho.
No había nada que no mirase con ojos optimistas, y hasta en los males encontraba siempre algo bueno. Una vez, en invierno, se inflamó de repente la chimenea de la clínica; temíase un incendio, y todos los enfermos estaban asustados. Sólo Pomerantzev se felicitaba; tenía la seguridad de que el fuego había destruido a los malignos diablos que, escondidos en la chimenea, aullaban durante la noche.
España se transformará. Llegará un día en que los madrileños tendremos hasta gas para el alumbrado público. Hay que mirar al porvenir con confianza. Hay que ser optimistas... Dentro de más o de menos años, no tendría nada de asombroso el que los habitantes de Madrid pudiesen trasladarse a La Coruña en un término de veinticuatro horas. Todo es de esperar en un pueblo tan enérgico.
Todos volvían la vista en torno, indecisos sobre la gravedad del suceso... Pero pronto circularon noticias optimistas, que nadie sabía de dónde venían; esa opinión anónima que todos admiten, y en ciertos instantes enardece o inmoviliza a las muchedumbres... No era nada. Un varetazo en el vientre que le privaba de sentido. Nadie había visto sangre.
Pensaba en los pintores de bocetos «geniales» que nunca llegan a terminar un cuadro; en que hacen concebir optimistas ilusiones con fragmentos poéticos o cortos relatos y jamás pueden escribir un libro. Mina decía bien: no bastaba cantar la dulce romancita, breve como un suspiro; había que cantar la ópera entera, sin ronqueras ni desfallecimientos.
Y sinembargo, la Mancha es un país asombrosamente fértil en la produccion de trigos y vinos, que cuando está cubierto de mieses y sarmientos tiene una hermosura suntuosamente triste. ¿Por qué no hay allí ni un solo árbol, ni casas, ni jardines, ni otra cosa que inmensos prados ó trigales solitarios? Porque no hay agua, dicen los optimistas, que creen que lo que no se hace es porque no se puede.
Ya he escrito en otras ocasiones que Pereda aborrece de muerte los idilios y las fingidas Arcadias, y tiene horror instintivo a los idealismos falsos, optimistas, bonachones y empalagosos; pero esto no quita que haya en sus cuadros idealidad y pureza, toda la que en sí tienen las costumbres rústicas.
Palabra del Dia
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