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No pudiendo ver tampoco desde allí, y por idéntico motivo, el resto de la fachada, supuse, y no sin fundamento, que la parte de edificio habitada por formaba un cuerpo saliente.

¡Mucho! respondí, aunque en mi vida le había oído nombrar. ¡Qué lástima de chico! Oyendo esta exclamación supuse que se había muerto, y puse la cara triste. La conversación no impedía beber de firme a los amigos del conde... Dejaron, al fin, los toros y comenzaron a bromear con las chicas.

Me fijaba en una con insistencia, y al cabo de cinco minutos, por un movimiento cualquiera, comprendía que estaba engañado, y tornaba con afán a fijarme en otra, para sucederme otro tanto. No fue larga la misa. A mi lado habían venido a colocarse tres o cuatro caballeros de aspecto clerical, que supuse serían devotos del convento, o protectores.

Acordéme entonces de Neluco y de Chisco, y supuse que la casa del primero sería una grande, de «cuatro aguas», que no distaba mucho del camino; y supuse bien, según respuesta que dio a una pregunta que le hice, un muchachuco más guapo que limpio de cara y de vestido, que jugaba, con otros de pelaje aún más humilde, en una brañuca próxima a la portalada.

Estas poco optimistas cavilaciones las supuse inducidas por el pastel que todavía tenía en el estómago, de manera que me levanté y dije a Ingomar que me mostrara la habitación, pues quería acostarme. Siguiendo al terrible bárbaro, que blandía una vela de sebo encendida, subí por la escalera arriba, hacia mi cuarto.

Volví la brida y partimos al galope. Mientras corríamos trataba de explicarme aquella inesperada fantasía, que no dejaba de parecerme un poco premeditada. Supuse que el tiempo y la reflexión habrían podido atenuar en el espíritu de la señorita Margarita la primera impresión de las calumnias que me habían levantado.

Como no hay nada á mis ojos mas sagrado que el amor de Dios, la familia, la patria y la libertad, como profundamente triste al hombre anciano que acababa de hablar, como supuse que le seria dolorosa la idea de morir, él, tan anciano, dejando á la patria en poder de los tiranos, quise consolarle, quise consolarme á mi mismo, augurando la próxima emancipacion de la heróica y abatida Venecia, le hablé con calor, con pasion, segun mi costumbre, segun mis creencias: y su entusiasmo, nunca muerto, se despertó, y su fisonomía, plegada por el tiempo y el sufrimiento, se dilató animándose, y me tendió una de sus trémulas manos que yo me apresuré á estrechar, y juntos llamamos á Venecia en apoyo de Venecia, y juntos pedimos á Dios la emancipara, y juntos desahogamos el corazon; yo tan emocionado como él.

Los dos primeros no le acertaron, pero dieron en el tubo, y el tercero rompió la botella en mil pedazos. Supuse que con aquello se daría por satisfecho, pero siguió disparando contra el tubo hasta vaciar su arma, el último de cuyos proyectiles me rozó los cabellos. ¡Ah del puente! gritó una voz con gran regocijo mío. ¡Un momento! exclamaron Ruperto y De Gautet, echando a correr.

Reprimiendo lo mejor que pude estas sublevaciones del falso orgullo, ofrecí mi brazo á una joven pequeña, pero bien formada y graciosa, que quedaba sola atrás de los convidados, y que era como lo supuse la señorita Helouin, la institutriz. Mi asiento en la mesa estaba señalado cerca del suyo.

Por la carta que le escribió usted, y que se encontró en su valija después de su muerte respondí con franqueza. Lanzó un gruñido de evidente satisfacción. Yo supuse, en verdad, que debía estar receloso de que Burton antes de morir me hubiera dado a conocer algunos detalles de su vida.